lunes, 31 de diciembre de 2018

Más rentables que el turismo: las misiones médicas que impulsan la economía de Cuba

MADRID.- La economía de Cuba es un fenómeno singular que a menudo desconcierta a los observadores casuales. Lo que la impulsa no es la exportación de bienes, que ocupa un lugar absolutamente secundario (entre 2015 y 2016 cayó un 40%, y en 2017 superó por poco los 1.300 millones de euros). Tampoco el turismo, como muchos creen, ni las remesas enviadas por los emigrantes, de las que más del 40% de la población se beneficia de manera directa. La “joya de la corona”, lo que verdaderamente permite llenar las arcas de La Habana, es la exportación de servicios profesionales. Médicos y personal sanitario, sobre todo, pero también ingenieros y otros especialistas, según publica hoy www.elconfidencial.com.

Esta práctica se generalizó con la llegada al poder de Hugo Chávez en Venezuela y los altos precios del petróleo, que favorecieron una reconversión radical de la economía nacional, que se ha profundizado con el paso de los años. Un analista autorizado, el exministro de Economía José Luis Rodríguez, lo resaltaba a mediados de 2017 en un artículo para el sitio digital oficialista Cubadebate: entre 2011 y 2015 los profesionales contratados en el exterior aportaron un promedio anual de 11.543 millones de dólares. De esa cantidad, al menos un 80% fue tributada por los especialistas de la salud.
Según datos de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información de finales de 2016 (los últimos disponibles), en aquel momento la isla tenía presencia en 62 naciones (en 27 de ellas, de forma gratuita), a través de 50.000 trabajadores sanitarios, la mitad de los cuales eran médicos. 
Con algunos ajustes, la cifra se ha mantenido estable hasta finales de este año, a pesar de la crisis institucional venezolana (que en los últimos dos años ha supuesto un 40% de reducción en las entregas de petróleo, la materia con la que Caracas paga sus servicios, un acuerdo que beneficia enormemente a Cuba) y la destitución de la presidenta Dilma Roussef en Brasil. La apertura o ampliación de los “programas de colaboración” con estados de Oriente Medio y África (en particular, Arabia Saudí, Qatar, Argelia y Sudáfrica) han permitido compensar en parte las dificultades.
No es un escenario nuevo para la isla, recuerda una investigación del profesor Víctor Soulary Carracedo, adscrito a la Universidad de Oriente, en Santiago de Cuba. “El comercio exterior de Cuba ha estado signado, desde los albores de su inserción en la división internacional del trabajo, por la especialización a ultranza en la exportación de escasos rubros”. 
A su juicio, los peligros de la monoexportación son los mismos, sin importar si se trata de bienes o de servicios. “Vender profesionales para comprar alimentos no constituye una estrategia feliz, sobre todo si se comprende que la concentración en un mercado como Venezuela es un fenómeno político y coyuntural al estilo del diferencial azucarero colonial o los acuerdos mullidos del CAME [el espacio de colaboración económica de la era soviética]”.
La escena suele repetirse en consultas de cualquier lugar de la isla. Las circunstancias pueden variar atendiendo a las posibilidades económicas de cada paciente, mas casi inevitablemente, en algún momento de su tratamiento todos habrán de tener “un ‘detalle’ con el médico”. 
 “Si no, ni intentes resolver”, asegura Irma, una residente en la central provincia de Ciego de Ávila que desde hace meses se atiende en un hospital de La Habana. Su remisión y posterior estadía en ese centro asistencial han estado jalonadas de regalos. “Cada vez que venimos, mi esposo y yo traemos camarones, conservas, botellas de ron… Y no solo para mi doctor. No es bueno despreciar a nadie, porque lo mismo se puede terminar necesitando a una enfermera que a un técnico de laboratorio”.
Aunque las normas del Ministerio de Salud Pública lo prohíben, tales sobornos son práctica generalizada. Muchos especialistas suelen vanagloriarse cuando el regalo resulta particularmente valioso o aclarar, antes de iniciar las consultas, que ‘sus casos’ tienen prioridad”. Rara vez los pacientes intentan quejarse. 
“En definitiva”, contó uno de ellos a El Confidencial, “no sirven de nada las denuncias. Con tantos médicos y estomatólogos de misión, el Estado no puede darse el lujo de despedir a ninguno de los que siguen en Cuba. Son imprescindibles y lo saben”.
Las misiones médicas en el extranjero han tenido como consecuencia paralela el deterioro de las condiciones sanitarias en la propia Cuba debido a la ausencia de algunos de sus mejores profesionales, motivados a salir por las ventajosas condiciones que les ofrecen estos programas. 
Esto ha puesto en tensión el sistema de salud local, que ya sufría a causa de recortes presupuestarios. En el último lustro se han reducido los consultorios del Médico de la Familia (de 34.000 a 13.000) y se ha hecho habitual el desabastecimiento de las farmacias y el cierre de servicios en municipios y comunidades por falta de especialistas. Algunos humoristas locales bromean en sus monólogos con que si uno necesita un médico cubano, solo tiene que ir a buscarlo a Venezuela...
Pero al Gobierno cubano no le queda más remedio que seguir apostando por esta práctica, presionado por el deterioro de los restantes sectores económicos. En 1989 -cuando el modelo de economía planificada copiado del campo socialista europeo se encontraba en su máxima expresión-, Cuba produjo 8.1 millones de toneladas de azúcar, la exportación de níquel superaba las 60.000 toneladas anuales, y cultivos como los cítricos y el tabaco alcanzaban récords históricos. 
Pero casi treinta años más tarde las autoridades de La Habana se empeñan en organizar una zafra (recogida de caña) que al menos alcance los dos millones de toneladas de azúcar, el níquel ronda sus mínimos históricos con reservas que se agotarán dentro de dos décadas y los cítricos no pasan de un recuerdo en la memoria colectiva. 
Problemas como el acentuado deterioro de las industrias o la falta de mano de obra e inversiones en la agricultura hacen improbable su recuperación sin grandes inversiones. Solo la industria tabacalera, impulsada por la demanda del turismo, muestra un crecimiento que apunta a convertirla en la principal actividad productiva de la isla.
A mediados de noviembre, el Ministerio de Salud cubano anunció la “decisión de no continuar participando en el programa ‘Mais Medicos’ en Brasil”. Ese proyecto, implementado por la presidenta Roussef en agosto de 2013, creó plazas para alrededor de 18 mil galenos que atenderían comunidades desfavorecidas del país. Brasileños y profesionales de otras nacionalidades integraron su nómina, pero el grupo más importante estaba conformado hasta ahora por cerca de 8.400 cubanos. 
De acuerdo con la Organización Panamericana de la Salud, todos prestaban servicios “en lugares que los doctores brasileños no aceptaron”.
La relevancia del aporte isleño para “Mais Medicos” determinó que incluso el gobierno de Michel Temer defendiera su permanencia. Pero desde hacía meses el candidato ultraderechista Jair Bolsonaro había anticipado que las condiciones serían modificadas. 
En esencia, sus propuestas eran tres: que todos los profesionales cubanos revalidasen sus títulos ante el Colegio Médico brasileño, que firmasen contratos individuales y cobren directamente todo su salario, y que pudiesen llevar a sus familias a residir con ellos.
Tales exigencias han sido consideradas inaceptables por La Habana, porque ponían en entredicho una de las prácticas más polémicas del gobierno cubano: los sistemas de contratación con los que regula el trabajo de sus especialistas en el exterior. 
Como norma, estos reciben entre una quinta parte y la mitad de los pagos realizados por la entidad que los emplea. El resto del dinero queda en manos del Estado, que asegura destinarlo fundamentalmente a gastos sociales, en especial a la salud, la educación y la asistencia a sectores vulnerables.
Muchos cuestionan la validez de un modelo así. “Es difícil aceptar que el Ministerio de Salud brasileño pague por cada uno de nosotros más de tres mil dólares al mes y solo recibamos novecientos”, opina a través de Facebook uno de los médicos ubicados en el estado de Bahía. Como el resto de sus compañeros, recibió la notificación de su regreso a Cuba antes “de que termine el año”, pero casi con seguridad intentará quedarse. 
“El presidente [Bolsonaro] ha dicho que nos concederá asilo político y facilitará la entrada de nuestros familiares. Uno no quisiera tener que dejar su país, pero nadie puede cuestionarnos por intentar darle el mejor uso posible al conocimiento que conseguimos con tanto esfuerzo”.
En el campo contrario se ubican aquellos que se preguntan hasta dónde llega el compromiso con su país de esos miles de profesionales formados gratuitamente. “Al final es su decisión, pero debieran recordar siempre que pudieron estudiar gracias al dinero que aportamos los cubanos que estamos en Cuba”, opinó una paciente en una clínica de Centro Habana.
Los sucesos relacionados con “Mais Medicos” han traído a la memoria de muchos el 'Cuban Medical Professional Parole Program', una iniciativa del gobierno de los Estados Unidos que durante cerca de diez años favoreció las deserciones de profesionales de salud de la isla. 
De ellos, cerca de 8.000 llegaron a suelo norteamericano hasta enero de 2017, cuando el presidente Barack Obama derogó el “Parole” en una de sus últimas órdenes ejecutivas.
“Expertos consultados por este diario creen que ahora Cuba enviará más médicos a los países árabes productores de petróleo, a Rusia, China y Vietnam”, especulaba hace pocos días El Nuevo Herald, vocero oficioso de la comunidad anticastrista radicada en Miami. Puede considerarse significativo que el anuncio de la retirada de los colaboradores en Brasil haya coincidido con el regreso del nuevo presidente cubano Miguel Díaz-Canel de una gira por las capitales de esos “aliados estratégicos”. 
 “La salida de los médicos estaba pensada desde el fin del gobierno de Dilma Roussef”, aseguraba en el mismo texto la coordinadora de una ONG opuesta al Gobierno cubano.
Cualquiera que sea el caso, ante el círculo decisorio de La Habana van haciéndose cada vez más evidentes dos verdades. 
La primera, que el escoramiento hacia la derecha de la política en el continente obliga a relanzar vínculos con aliados de otras regiones geográficas; la segunda, que sin inversión extranjera no será sostenible la economía productiva, y sin esta, el país vivirá siempre dependiendo de la buena voluntad de otros. 
Además, en el interior del país los costos de la “colaboración” resultan elevados: en ninguno de sus hospitales o clínicas a alguien se le ocurre pensar que Cuba sigue siendo una potencia médica. Para el relato oficial de la Revolución eso es ya demasiado.