sábado, 18 de mayo de 2019

La historia familiar de Jeff Bezos: de Cuba a un campo de refugiados


MADRID.- Si los países son un crisol de culturas que les han ido dando forma a lo largo de los años, el caso de Estados Unidos es aún más llamativo. La nación norteamericana está fundada por inmigrantes, refugiados y desplazados de decenas de puntos del planeta, que la han convertido en lo que es hoy, una mezcla de gran riqueza. A esa amalgama de orígenes no son ajenos algunos de sus magnates, como Jeff Bezos, el fundador de Amazon, dueño del diario The Washington Post y hombre más rico del mundo, según revela El Pais
 
Bezos ha querido rendir homenaje a sus orígenes en un pequeño cortometraje de algo más de tres minutos que se puede ver en el blog corporativo de su compañía y que, además, ha tuiteado en su cuenta, con cerca de un millón de seguidores. El motivo principal es contar la historia de su padre, Mike Bezos, inmigrante llegado a Estados Unidos hace más de medio siglo. "El viaje de mi padre hasta Estados Unidos muestra cómo la gente se une para ayudarse", escribía el jueves el fundador de Amazon.
"Tuvimos oportunidad de rendirle homenaje anoche en la apertura del nuevo museo de la Estatua de la Libertad", decía en el mismo tuit. Dicho museo se inauguró la noche del miércoles con la presencia de Hillary Clinton, Oprah Winfrey, Diane Von Furstenberg y el propio Bezos, que hizo un brindis con su padre. El museo está abierto a los visitantes desde este jueves. Allí se puede conocer la historia de los migrantes que llegaban a Nueva York y se pueden observar réplicas de piezas de la torre o su antorcha original.
"Como refugiado, cuando te vas, siempre piensas que puedes volver", arranca el padre del magnate en el vídeo. "Mi nombre es Miguel Ángel Bezos y nací en Cuba", explica, mirando a cámara, mientras se mezcla su imagen con otras históricas, fotografías de su infancia, de sus documentos y escasas posesiones o de su isla de origen.
"Mi padre sólo tenía 16 años cuando llegó a Estados Unidos y no con su familia, sino él solo. Me resulta difícil imaginármelo", reflexiona Jeff Bezos. "Pero sus padres lo mandaron aquí porque bajo el mandato de Fidel Castro sintieron que tenían que hacerlo, que protegerlo. Por suerte le consiguieron un visado. Sus padres poseían un aserradero y el gobierno se lo había expropiado. Estaban nacionalizando negocios y todo estaba cambiando", relata.
Bezos padre recuerda cómo aquel aserradero fue la última oportunidad de sus padres de "emprender un negocio propio". Luego, todo cambió. "Mis padres no tenían permiso para acompañarme al aeropuerto, así que me dejaron solo, cogí un avión y aterricé en Miami 45 minutos después.
Recuerdo que todo el mundo en el avión empezó a aplaudir. Yo tenía un pasaporte prácticamente vacío. Solo tenía un sello. Solo podíamos llevar tres cosas de cada. Tres camisas, tres pantalones, tres mudas de ropa interior... y solo un par de zapatos".
Una de las cosas que el joven Miguel Ángel pudo llevarse a su nueva vida fue el regalo que le hizo su madre. "Algo especial para el viaje, algo que conservamos", cuenta hoy su hijo. "Mi madre se las apañó para conseguir paños de limpieza, y con ellos y algo de material de punto y, con la ayuda de mi hermana mayor, hizo un abrigo. En su cabeza, yo necesitaba un abrigo grueso. No me lo quitaron y pude llevármelo", rememora, mostrando imágenes de aquella gorda chaqueta gris.
Tras llegar a Miami, el padre del empresario estuvo durante "unas tres semanas" en un campo de refugiados llamado Camp Matacumbe. Más tarde, cursó la educación secundaria en Wilmington, Delaware. "No sabía hablar inglés. Solo era un chaval de Cuba y tenía que apañárselas como fuera", cuenta hoy su hijo.
Bezos padre relata que cuando estás inmerso en un idioma, lo aprendes muy rápido. "Mis notas mejoraban semestre a semestre y todo se debía a poder hablar y comprender. Acabé logrando una beca universitaria en Alburquerque, Nuevo México, y eso que entonces apenas sabía dónde estaba Alburquerque", reconoce.
Una vez allí, conoció a la que luego sería su esposa. "Ahí es donde conoció a mi madre y comenzó realmente nuestra historia familiar. De niño, recuerdo cómo tenía un acento mucho más pronunciado", narra Jeff Bezos.
Cuando Miguel Ángel Bezos conoció a Jackyln Jorgensen, ella ya había sido madre de Jeff. Él es, en realidad, hijo de Jacklyn —que le tuvo con apenas 17 años— y Ted Jorgensen. Sus padres se separaron cuando él era casi un bebé y poco después su madre conoció a Miguel Ángel Bezos, con quien se casó en 1968, cuando el pequeño tenía cuatro años.
Él, inmediatamente, adoptó al pequeño, que entonces cambió el apellido. El magnate no ha mantenido relación con su padre biológico y en más de una ocasión ha dicho que su padrastro es, para él, su verdadero padre.
De ahí que ahora quiera rendirle homenaje. "La historia de mi padre demuestra que la gente realmente se ayuda. Él tuvo mucho coraje, determinación y a mucha gente amable y que le apoyó, que le guió en el camino".
Como el propio Mike Bezos explica, su historia "es realmente increíble": "Si echo la vista atrás en mi vida, viví el sueño americano hace 30 años. Es algo que no es de este mundo".

La guerra comercial acelera el cambio de sistema / Guillermo Herrera *

La guerra comercial del Presidente Trump contra los productos industriales de China y otros países puede provocar una implosión del viejo sistema financiero que dejaría el paso libre a la implantación del nuevo sistema financiero cuántico QFS.

Ni China, ni Estados Unidos están en contra del nuevo sistema. La disputa está en el liderazgo mundial que quieren tener ambos gobiernos, y el partido lo está ganando China de momento, debido a que China tiene un mayor avance tecnológico en computación cuántica. 

Pero está claro que EE.UU. no quiere perder el monopolio de su poder mundial, y por lo tanto odia la palabra ‘multilateral, porque es unilateral por naturaleza, lo lleva en sus genes de ‘Sherif’ internacional.

El aumento en los precios del petróleo por choques de oferta, la guerra comercial entre Estados Unidos y China, la debilidad económica de dicho país y Europa, así como la normalización de la política monetaria en el mundo están acelerando el final del actual ciclo económico.

NECESIDADES SOCIALES
Ni el pensamiento hegemónico, ni el poder real imaginan, ese horizonte más allá del capitalismo, que sólo puede estar en la capacidad social de criticar nuestro tiempo para transformar la realidad en favor de las necesidades sociales insatisfechas.

Al mismo tiempo el veto comercial a Huawei retrasará la aplicación de la telefonía 5G, que se ha demostrado dañina y agresiva contra la salud humana. Algunos identifican el 5G con el sistema cuántico, pero no sólo no están relacionados sino que el QFS tiene una tecnología mucho más avanzada que el 5G, y además no es dañino para la salud. Todo esto me hace pensar en el viejo dicho de que “Dios escribe derecho con renglones torcidos”.

La guerra comercial entre China y Estados Unidos es un conflicto iniciado en marzo de 2018, después de un anuncio realizado por el Presidente Trump, consistente en la intención de imponer aranceles de 50.000 millones de dólares a los productos chinos, argumentando un historial de “prácticas desleales de comercio” y “robo de propiedad intelectual.” En represalia, el Gobierno de China impuso aranceles a más de 128 productos estadounidenses, incluyendo en particular la soja, una de las principales exportaciones de Estados Unidos a China.

TORPEDO
El anuncio del Presidente Trump supone un torpedo en la línea de flotación de este viejo sistema financiero y abre la caja de los truenos, condenándonos a entrar en un campo de minas donde lo más probable es que todos salgamos perdiendo al principio, aunque ganaremos al final.

Esta guerra entre las dos grandes potencias financieras del mundo, no ha hecho más que empezar porque al veto del 5G, está siguiendo la venta por China de bonos del Tesoro de los Estados Unidos, que hace un gran daño a la economía norteamericana.

Está por verse si el Yuan u otras monedas locales pueden hacer tambalear el trono del dólar, mientras las economías emergentes continúan sacando la cabeza para no verse afectadas por la volatilidad y por las decisiones frenéticas de Trump, en medio de una guerra de monedas sin precedentes.

La economía de Estados Unidos habría alcanzado su máximo de crecimiento en 2018, año en el que aprovechó los descuentos tributarios del Presidente Trump. Para este año, tendrá que enfrentar la guerra comercial con China, un mayor gasto fiscal, y menores utilidades corporativas. Por su parte, China se verá obligada a devaluar su moneda, afectando a los demás países emergentes.

Las perspectivas económicas y geopolíticas no son buenas de momento y el aislacionismo de EEUU irá en aumento, lo que plantea la delicada pregunta de si se puede sustituir el orden comercial liberal multilateral basado en reglas, si ahora le da la espalda el país que lo creó y lo lideró durante décadas.

DAÑOS COLATERALES
En todas las guerras que ha librado la humanidad desde el principio de los tiempos, siempre salen perdiendo ambas partes, una más que otra, pero también abren camino a un nuevo sistema de relaciones internacionales, a un nuevo orden mundial, que en este caso no coincide con el viejo modelo opresivo y obsoleto de los illuminati.

Lo bueno de esta guerra comercial es que no es sangrienta, como todas las guerras militares que nos han precedido, y que por lo tanto podemos sobrevivir a ella con la ayuda del Creador, hasta que se implante un nuevo sistema financiero más justo y equitativo.

No se puede dañar a China sin perjudicar a la economía estadounidense, debido a la gran simbiosis económica que existe entre ambas potencias, ya que muchas empresas americanas tienen su fábrica en China, por lo que al final se perjudicarán los intereses de las empresas y de los consumidores estadounidenses.

El impacto de estos aranceles será relevante. La medida beneficiará a los productores nacionales, perjudicará a los consumidores y a las empresas que utilizan estos productos, que pagarán mayores precios (sobre todo las industrias de defensa, del automóvil y de infraestructuras), y dañará a quien venda dentro de EE.UU.

Lo peor de todo es el daño que pueden hacer a la credibilidad y a la capacidad de las instituciones internacionales, que son las que diseñamos para evitar las devastadoras guerras comerciales de los años treinta del siglo pasado.

PROTECCIONISMO
El proteccionismo es una política económica que consiste en restringir las importaciones de otros países a través de métodos tales como aranceles sobre los bienes importados, cuotas de importación y una variedad de otras regulaciones gubernamentales, encareciendo así dichos bienes, de modo que no sea rentable.

Los defensores del proteccionismo afirman que las políticas proteccionistas protegen a los productores, empresas y trabajadores del sector que compite con las importaciones en el país de los competidores extranjeros. 

Sin embargo, también reducen el comercio y afectan negativamente a los consumidores en general (al aumentar el costo de los bienes y servicios importados) y perjudican a los productores y trabajadores de los sectores de exportación, tanto en el país que aplica políticas proteccionistas, como en los países protegidos. 

El Presidente Trump, proteccionista y agresivo, ha entrado en acción. El anuncio ha venido acompañado por un incendiario ‘tuit’ en el que Trump ha afirmado que “las guerras comerciales son buenas y fáciles de ganar”, (lo dudo) lo que supone una flagrante negación de los buenos usos de la diplomacia y de las lecciones de la historia económica.

PÉRDIDA DE CONFIANZA
Con esta decisión, Trump debilita todavía más la confianza de sus aliados del G-7. Además, la medida tendrá importantes consecuencias sobre la gobernanza de la globalización y las relaciones transatlánticas.

En particular, la Unión Europea queda en una posición especialmente incómoda: podría haberse puesto de perfil para sufrir un perjuicio económico limitado, pero ha optado por plantarle cara a la Administración Trump y defender el sistema multilateral de comercio, lo que nos aboca a una escalada en el conflicto.

Por el momento, la UE ha optado por erigirse en quien plante cara al proteccionismo de Trump y defienda el sistema multilateral de comercio. Ha rechazado la propuesta de Trump de crear un área de libre comercio total en el G-7, argumentando que el comercio, más que libertad, necesita reglas legítimas que aseguren un campo de juego equilibrado.

GUERRAS COMERCIALES
Una guerra comercial consiste en la adopción por parte de uno o varios países de tarifas o barreras al comercio con uno o varios países terceros. Este término es antónimo del libre comercio.

Los economistas opinan que este tipo de guerra es muy poco productiva, con una gran influencia negativa sobre el bienestar social y económico de las naciones implicadas; sin embargo, los politólogos consideran la amenaza que supone una guerra comercial como una importante ayuda a la hora de obtener concesiones de otros tipos.

Las guerras comerciales reducen el crecimiento económico, carcomiendo la eficiencia en la asignación de recursos a nivel mundial, aumentando los precios de muchos productos, y destruyendo empleo en términos netos. Al mismo tiempo, minan la confianza entre países, y obligan a sus líderes a contraatacar ante las amenazas del otro para no quedar como parias.

Desde la segunda guerra mundial, la comunidad internacional, tomando buena nota de lo destructivos que han sido a lo largo de la historia los conflictos económicos, había optado por intentar resolver los enfrentamientos comerciales dotándose de un conjunto de reglas imbricadas en la OMC, antes GATT.

A nivel internacional, los acuerdos de la OMC (junto a otros muchos) han servido para civilizarnos y para enterrar nuestras bajas pasiones, dejando que la legitimidad del derecho internacional sustituya a la ley del más fuerte. Esto ha permitido crecer a la economía mundial, al alejar el fantasma de la guerra entre grandes potencias.



 (*) Periodista español