LA HABANA.- Las nuevas restricciones anunciadas por Estados Unidos
han comenzado a sembrar el miedo en Cuba, especialmente entre los nuevos
emprendedores, a quienes podrían cortar las alas al poco de despegar en
un momento en que la economía del país se tambalea.
Restringir severamente los viajes a Cuba, limitar a 1.000 dólares por
trimestre las remesas a familiares en la isla y autorizar demandas a
empresas extranjeras que operan en propiedades nacionalizadas tras la
Revolución son las tres medidas anunciadas por la Administración de
Donald Trump para noquear a su más cercano y resiliente enemigo.
Las sanciones anunciadas la semana pasada por el asesor
de Seguridad Nacional, John Bolton, buscan "provocar el miedo y la
confusión", asegura Collin Laverty, experto en las relaciones
Cuba-EE.UU. y presidente de Cuba Educational Travel, empresa dedicada a
los intercambios académicos, culturales y sociales entre ambos países.
Sin conocer aún el alcance de su aplicación, las medidas de Trump ya
generan miedo en la isla, y de ellas la más temida es la prohibición
total de las doce categorías de viaje aprobadas durante la
Administración de Barack Obama para facilitar el acercamiento bilateral.
"La primera sensación es siempre asustarte", reconoce Javier (prefiere
usar este nombre ficticio), que regenta dos apartamentos turísticos en
La Habana cuyas reservas proceden en un 80 % de huéspedes procedentes de
EE.UU.
Aunque la ley estadounidense prohíbe hacer
turismo en Cuba, hoy burlarla es tan fácil como rellenar un formulario y
adscribirse a una de las citadas categorías, desde actividades
educativas o religiosas hasta la más popular: "apoyo al pueblo cubano".
Trump amenaza con eliminar algunas de esas opciones, una medida que
podría concretarse en los próximos meses y que no afectaría a las
visitas por motivos familiares.
Entre los casi cinco
millones de extranjeros que visitaron Cuba el año pasado se cuentan más
de 600.000 turistas estadounidenses, la mayoría a bordo de cruceros que
atracan a las puertas del histórico barrio de La Habana Vieja.
"El turismo que más se mueve en esta zona es el estadounidense. Al
restringirse los viajes creo que nos va a afectar directamente", explica el empresario José Luis Aquiles, que teme perder entre el 10 y el
20 % de la clientela de su restaurante si los estadounidenses dejan de
explorar el barrio.
Aún más oscuro se presenta el
panorama para las numerosas tiendas de artesanía y recuerdos de La
Habana Vieja, como la regentada por Yanet, ya que más de la mitad de sus
clientes proceden del país norteamericano.
"A los
que más vendemos es a los turistas que vienen de cruceros. Si baja el
turismo se deteriora la economía y los negocios se estancan, van a
bancarrota, porque el turismo es lo que mantiene esto", lamenta.
Si bien Trump justifica sus sanciones en asfixiar a la cúpula cubana, a
la que acusa de violar derechos humanos y sostener al régimen de
Nicolás Maduro en Venezuela, según el presidente de Cuba Educational
Travel "de nuevo van a ser los cubanos de a pie y los cuentapropistas
quienes van a sufrir por estas acciones del Gobierno de EE.UU.".
De los 4,5 millones de trabajadores que componen la fuerza laboral de
Cuba, 1,4 millones pertenecen ya al sector privado y más de medio millón
son "cuentapropistas" o trabajadores autónomos como Javier, José Luis y
Yanet, algo impensable hace poco más de una década cuando el sector
estatal ostentaba el monopolio de la economía.
Estos
emprendedores, la mayoría enfocados en el turismo, contribuyen
decisivamente a mantener con vida las finanzas de un país que arrastra
el fantasma del "período especial", cuando el colapso de la Unión
Soviética en 1991 y el endurecimiento del embargo estadounidense en 1992
dejaron en bancarrota a Cuba, forzando en la siguiente década tímidas
aperturas económicas.
No son pocos quienes hablan de
la llegada de un nuevo "período especial" en un momento en el que al Estado cubano le cuesta pagar las facturas a proveedores foráneos,
peligran los envíos de petróleo venezolano subvencionado y comienzan a
escasear de forma intermitente alimentos básicos como la harina, el
aceite o los huevos.
Aunque la situación no invita al
optimismo, si algo caracteriza al cubano es que nunca se rinde, y menos
si es cuentapropista: Yanet comercializará souvenirs más atractivos
para el incipiente turismo asiático y José Luis redoblará esfuerzos en
redes sociales y márketing para publicitar su restaurante.
En el caso de Javier, que trabaja exclusivamente con Airbnb, recurrirá a
otras plataformas más localizadas para captar huéspedes europeos o
canadienses. Eso y "seguir confiando en que Trump está muy solo y no va a
durar mucho más del año y medio que le queda".