LA HABANA.- Una cámara que vale más de 25.000 dólares es exhibida en la vitrina de una tienda en La Habana. Esto es 850 veces más que el salario promedio en Cuba, una isla que recibe con los brazos abiertos al turismo de lujo.
"Elija: ¿se
compra una cámara de fotos o un apartamento?", se burló el músico cubano
Ariel Díaz al publicar una imagen del objeto en cuestión en Facebook
con la etiqueta de precio, lo que desató airadas reacciones en las redes
sociales.
La tienda está en un centro comercial a los pies del
primer hotel cinco estrellas de la capital, el Gran Manzana del grupo
suizo Kempinski, que abrió sus puertas en junio de 2017 en un suntuoso
edificio histórico que fue, a principios del siglo XX, el primer centro
comercial de la ciudad.
Versace, Lacoste, Armani, Montblanc: las
marcas de la galería parecen desentonar con un país bajo un gobierno
comunista desde 1959 y donde los cubanos ganan solo 30 dólares por mes
en promedio.
El Gran Manzana "es el primer hotel verdaderamente lujoso en La Habana", dice su director gerente, Xavier Destribats.
"Este es el primer hotel donde hay un spa de 1.000 metros cuadrados,
todas las habitaciones tienen un mínimo de 40 metros cuadrados",
explica. Las tarifas van desde los 370 dólares por una habitación
individual en temporada baja hasta 5.000 dólares por la suite
presidencial.
"Había una clientela que no viajaba a La Habana o a
Cuba porque no tenía el estándar de un hotel de lujo de cinco estrellas,
como en ciudades como París o Londres", agrega Destribats, parado al
borde de la piscina del hotel.
La gran terraza del
"Manzana" ofrece una vista 360 grados de la colorida e histórica Habana
Vieja, donde muchos cubanos viven en edificios en ruinas, desmoronados e
invadidos por la vegetación.
"No me siento como si estuviera en
Cuba. Me siento más como si estuviera en los Estados Unidos, Miami o
Puerto Rico", dice Celia Liégeois, de 26, quien llegó desde París.
Después de pasar tres semanas en la isla, ella y una amiga
disfrutan sus últimos días en la piscina de Kempinski, ataviada con un
traje de baño y un pareo en los colores de la bandera cubana.
No
muy lejos, Suki Lu, una presentadora de la televisión china de 28 años,
acaba de llegar a La Habana y ya está maravillada: "¡Es hermoso, mira la
puesta de sol! Realmente adictivo", comenta.
"Vivo en Dubái, así
que cuando hablamos de hoteles de lujo el nivel es muy alto, pero creo
que disfrutaré de este hotel", dice, mientras su amiga toma al lado una
vista aérea de la terraza con un drone.
El hotel atrae a "una
clientela de aviones privados, príncipes, personalidades", dice Xavier
Destribats. Los turistas estadounidenses son los más numerosos (20% del
total), los otros proceden de Europa, Medio Oriente y Asia.
Kempinski,
que planea lanzar "otros dos o tres" hoteles en Cuba, no es el único en
interesarse por la isla: el Iberostar español abrió en septiembre
pasado un Grand Packard cinco estrellas.
En tanto, el gigante francés Accor planea inaugurar el suyo en
septiembre, en un lugar excepcional: el emblemático Malecón, con vista
al mar. Este hotel Sofitel ofrecerá chocolatería en la planta baja,
restaurante y espacio para conciertos en el techo.
Los uniformes
de los empleados serán confeccionados por la diseñadora española Agatha
Ruiz de la Prada. Finalmente, el grupo francés Lucien Barrière busca
instalarse frente al Capitolio, según una fuente del sector.
En cualquier caso, el propietario del hotel es obligatoriamente Gaviota, rama del ejército cubano dedicada al turismo.
Los
extranjeros solo son responsables de la gestión de estos
establecimientos construidos por el grupo francés Bouygues, bien
establecido a nivel local.
Las autoridades no publican cifras sobre los ingresos
devueltos al ejército, aunque esta alianza con las Fuerzas Armadas ha
logrado que Washington coloque estos hoteles de lujo en la "lista negra"
que prohíbe a los turistas estadounidenses quedarse allí, por políticas
del embargo.
La restricción desalienta a muchos turistas
estadounidenses, pero no evita que otros la evadan, pagando en efectivo o
reservando a través de una agencia de viajes.
Para completar la
oferta, "hay un plan de construcción de campos de golf asociados a
inmobiliarias", dijo José Luis Perello, doctor en economía y
especialista en la industria.
Según este experto, la apertura al
lujo representa un gran giro para la isla: "Cuba, desde que comenzó hace
mas de 20 años con el turismo internacional, enfocó todos sus planes y
estrategias al turismo de sol y playa".
Actualmente, "de las 70.000 habitaciones totales que tiene Cuba, el 73%" está en ese segmento.
Pero esos turistas gastan
poco, así como los pasajeros de cruceros, cuyo número ha aumentado en
los últimos años. Según una fuente de la industria, gastan un promedio
de 15 dólares por día y no se quedan en un hotel.
Pero la isla,
que recibió 4,7 millones de turistas en 2018, está en busca de divisas,
mientras sufre las consecuencias del embargo estadounidense, vigente
desde 1962, y la crisis en Venezuela, su aliado y proveedor de petróleo.
El crecimiento del PIB se estanca en torno al 1%,
insuficiente para satisfacer las necesidades de la población, sujeta a
escasez de alimentos.
La apertura de hoteles de lujo es "una nueva
etapa", subrayó recientemente el ministro de Turismo, Manuel Marrero
Cruz, y también es "una necesidad".