miércoles, 27 de febrero de 2019

Cuba y Turquía firman un acuerdo para impulsar el comercio y las inversiones

LA HABANA.- Cuba y Turquía firmaron este miércoles un acuerdo para impulsar el intercambio comercial y la inversión, que incluye la organización de misiones empresariales y la exploración de oportunidades de negocios en cada país.

El plan de acción bilateral para 2019-2020 estipula además que La Habana y Ankara colaborarán en el intercambio de información y facilitarán la participación en eventos.
Entre sus objetivos principales, el convenio pretende incentivar "el intercambio directo entre las empresas y la atracción de inversiones turcas en sectores de interés para ambas partes", informó la Cámara Cubana de Comercio en un comunicado citado por la estatal Agencia Prensa Latina.
Además, busca fomentar "las exportaciones de productos y servicios cubanos a Turquía y el suministro de productos del país europeo al caribeño".
La rúbrica del acuerdo tuvo lugar dentro del programa de la primera sesión del Comité Empresarial Binacional Cuba-Turquía, presidido hoy en La Habana por la viceministra turca de Comercio, Gonca Yilmaz Batur, de visita oficial en la isla, y su homóloga cubana, Ileana Núñez.
La vicetitular turca viajó acompañada de una amplia delegación compuesta por altos funcionarios de los ministerios de Transporte, Agricultura, Salud, Turismo y Cultura, y empresarios de variados sectores, entre ellos biofarmacéutico, energías renovables y construcción.
Dentro de su itinerario en la capital cubana, Batur encabezó ayer junto a Núñez una reunión bilateral de seguimiento a las relaciones económicas entre ambas naciones, cuyo intercambio comercial llegó a los 44 millones de dólares en 2018.
Para este año La Habana y Ankara planean elevar esta cifra hasta los 50 millones de dólares y alcanzar los 200 millones en el futuro.
El sector textil, la agricultura, el turismo y el transporte marítimo y aéreo son algunas de las áreas con oportunidades de negocios para ambas naciones.
Cuba y Turquía mantienen buenas relaciones diplomáticas, impulsadas por la visita del presidente turco Recep Tayyip Erdogan a la capital cubana en 2015, cuando fue recibido por el expresidente Raúl Castro.
En 2017, el ministro de Exteriores cubano, Bruno Rodríguez, se convirtió en el primer canciller de la isla en visitar Ankara.

El Sí de Cuba / Carlos Malamud *

Tal como estaba previsto, el SÍ se impuso en la consulta celebrada el domingo 24 para aprobar la nueva Constitución cubana, ratificada en su día por la Asamblea Nacional del Poder Popular. En cualquier caso, la duda no estaba en si el referéndum pasaba o no, sino en la participación, el porcentaje de la abstención y los votos negativos.

Pese a ciertas expectativas surgidas en las primeras fases del proceso constituyente sobre la capacidad reformista del nuevo texto, la mayoría de las promesas iniciales fueron quedándose en la cuneta. Esto ocurrió con la eliminación del matrimonio igualitario o con la inclusión de la supremacía del Comunismo y la irreversibilidad del sistema socialista.

La nueva Constitución plasma algunas de las reformas implementadas por Raúl Castro tras su llegada al poder. En un gesto insólito, tras largas décadas de Revolución, reconoce la propiedad privada, el mercado y la inversión extranjera. También rescata las figuras del presidente y la del primer ministro (que se desdoblan), aunque no la elección del presidente por voto popular directo.

Pero no hay que llamarse a engaño. Puede que el texto aprobado mantenga las reformas, aunque su intensidad había menguado hace tiempo. El rumbo errático de los cambios económicos, el temor a impulsar la iniciativa privada por sus efectos nocivos y por permitir la emergencia de nuevas élites, y el peligro de una apertura incontrolada reforzaron a los sectores más conservadores, como se ha visto en la redacción del texto finalmente aprobado.

A la hora de condicionar su redacción, los pasos atrás se justificaron con la llegada de Trump a la Casa Blanca, el giro a la derecha de ciertos gobiernos latinoamericanos y la crisis de Venezuela. Así, después de votar, Miguel Díaz-Canel dijo que también lo hacía por América Latina y en apoyo de Nicolás Maduro. 

Sin embargo, como se ha apuntado más arriba, el proceso reformista hace tiempo que estaba tocado e incluso había sufrido un parón relevante coincidiendo con la visita de Barack Obama a La Habana. El Gobierno, el Partido Comunista y los demás factores de poder apostaron fuertemente por el sí. La campaña se intensificó en las últimas semanas, buscando movilizar las fibras más íntimas de la identidad nacionalista y revolucionaria de los cubanos. 

También se presentó a los defensores del no como aliados del imperialismo y traidores a la patria. La oposición, pese a la represión, a su fragmentación y a sus limitaciones organizativas y económicas, movilizó en las redes sociales la campaña #YoVoyoNo o #YoNoVoto. Y si bien el acceso a Internet sigue siendo limitado, se puede hablar de un éxito relativo.

A través de sus diversas organizaciones, la oposición denunció no solo la persecución en su contra sino también ciertas irregularidades, como la existencia de un número de votantes superior al máximo permitido en algunas mesas electorales, la presencia de sobres con votos finalizada la votación, o la obligación de marcar la papeleta con lápiz (fácil de borrar) y no con tinta indeleble. 

Para contrarrestar estas denuncias el oficialismo intentó poner en marcha un proceso con las garantías suficientes y formalmente irreprochable, aunque no se permitió la asistencia de observadores internacionales. Sin embargo, fue necesario esperar hasta las tres de la tarde del día siguiente para conocer los resultados de la votación, lo que generó algunas suspicacias.

Los resultados hablan de un amplio triunfo gubernamental, aunque la fuerza opositora es innegable. Según las cifras oficiales, la participación fue del 84,4% (del 99,02% en el referéndum de 1976). Ahora bien, las cifras oficiales provocaron un cierto desconcierto. Si previamente se dijo que cerca de 8.600.000 cubanos tenían derecho a voto, la cifra se aumentó el lunes a 9.200.000. 

Lo mismo ocurrió con el porcentaje de votos positivos. El domingo por la noche, el oficialista Prensa Latina habló de un 75% de Síes, mientras que el resultado final fue del 86,85% (un 98% en 1976).

La oposición se arroga la totalidad de quienes no votaron (1.450.000 personas), de quienes votaron por el no (706.000, un 9%), quienes votaron en blanco (199.000, un 2,5%) o nulo (127.000, un 1,6%). Pero, más allá del deseo, la contestación social es creciente en Cuba y las fuerzas contrarias al sistema tienen un arraigo cada vez mayor y una llegada más potente al conjunto de la sociedad, pese a todos los factores en su contra. 

La democracia, más allá del gobierno de las mayorías, también implica el respeto a las minorías, una cuestión de momento inexistente en Cuba y que la nueva Constitución tampoco recoge.



(*) Catedrático de Historia de América en la UNED e investigador principal para América Latina del Real Instituto Elcano de Estudios Internacionales.