Desde hace unos años los jerarcas que gobiernan en EEUU llegaron a la conclusión de que era necesario cambiar la política contra Cuba y concibieron ideas de qué hacer, pero tenían problemas con el cómo hacerlo.
Las principales dificultades eran y siguen siendo los sectores más
reaccionarios, los ultras, cargados con mucho odio e irracionalidad, en
minoría, pero muy vociferantes. El otro gran obstáculo era el híbrido de
arrogancia y vanidad de la mentalidad imperial ante la obligación de
reconocer el fracaso y empezar a cambiar sin que eso deviniera derrota
humillante.
No tiene sentido decir que las políticas de hostilidad y las
decisiones adoptadas contra Cuba son un error, pues hace suponer que el
socialismo existe en la Mayor de las Antillas porque ellos se
equivocaron o fueron torpes. Eso desconoce la resistencia exitosa de los
cubanos, la audacia de sus dirigentes y la firmeza con que han
mantenido la unidad nacional frente a las muy diversas modalidades de
agresión, subversión y guerra económica utilizadas por EEUU durante 57
años ya.
Washington hizo contra Cuba todo lo que antes había hecho exitosamente contra otros,
a lo que sumó todo lo novedoso que en materia subversiva y bloqueo
idearon sus estrategas. Lograron hacer mucho daño, pero no les dio
resultados.
Tampoco es muy sensato decir que Cuba no es o no era una prioridad en
la política exterior estadounidense, comparándola con China, Rusia, el
Medio Oriente o los peligros del armamento nuclear. Desde 1959 Cuba nunca ha dejado de ser una prioridad para Washington.
El 23 de febrero de 2009, cuando Obama apenas cumplía su primer mes
en la Casa Blanca, el senador Richard Lugar planteó al stablishment
(www.lugar.senate.gov).que la política contra Cuba había fracasado, era
un error mantenerla y había que cambiarla.
Lugar era el republicano más importante del Comité de Relaciones
Exteriores del Senado y una de las personalidades más respetadas y
emblemáticas de los círculos de poder de EEUU. Fue lo que los analistas
denominan un neocons completo, pero realista e inteligente. Se valía de
ayudantes y especialistas para estudiar los asuntos de su interés.
Las reflexiones y proposiciones del senador Lugar
El político estadounidense le otorgaba gran importancia a las
relaciones con Cuba por su impacto en la seguridad nacional y otros
intereses de su país. Consideraba que no era una amenaza, que
la política de hostilidad solo beneficiaba a los contrarrevolucionarios
de Miami y constituía un “limitado enfoque…desarrollado a costa de otros
intereses estratégicos directos e indirectos de EEUU”.
Sus consideraciones coincidían con los planteamientos de Obama, quien
en su campaña electoral para la presidencia en el 2008 había planteado
que la política seguida contra Cuba era un fracaso sostenido durante
medio siglo –hasta ese momento-, era anterior a su nacimiento y
había que cambiarla. El joven candidato popularizó lo que había dicho
Einstein muchos años atrás: si quieres obtener resultados diferentes, no
sigas haciendo lo mismo.
En consecuencia, Lugar propuso revaluar el tema aprovechando
las importantes circunstancias dadas en los gobiernos de ambos países en
aquellos momentos, con el ascenso a la presidencia de Raúl Castro en
Cuba y de Barack Obama en EEUU.
Él consideraba que las sanciones económicas eran herramientas
legítimas de la política exterior de EEUU y justificaba a los
“apasionados defensores” de aplicarlas contra Cuba, pero advertía que en
este caso habían fracasado en su propósito de derrocar la Revolución y
restablecer el capitalismo y la dominación estadounidense en la isla
caribeña.
A su juicio, resultaba necesario reconocer esa realidad y negociar
con el gobierno cubano para “realzar” los intereses de EEUU. Sus
consideraciones coincidían plenamente con lo expresado por Hillary
Clinton ante el Senado cuando en enero de ese año se analizó su
nominación como Secretaria de Estado, a proposición de Obama.
El veterano legislador identificó varias debilidades en la política de sanciones contra Cuba:
EEUU estaba aislado; la comunidad internacional, incluidos sus aliados
de América Latina y Europa, le criticaban en bloque; estaba impedido de
la cooperación con Cuba en importantes asuntos de seguridad nacional,
como el tema migratorio, la lucha contra el narcotráfico y la seguridad
en el estrecho de la Florida; le obstaculizaba significativamente para
influir y conocer mejor y de manera más directa la situación en la Isla.
Y concluía que EEUU “había quedado como un simple espectador sin
autoridad observando los acontecimientos desde lejos”. Estaban en un
punto en el que cualquier “cambio de política depende de La Habana y no
de Washington”.
Era necesario, en su opinión, una política de acercamiento con los
líderes cubanos de segundo nivel para poder “influir positivamente en el
avance de los intereses estadounidenses en el futuro próximo”. Se
refería a un segmento donde predominan, como en la mayoría de los
países, los profesionales jóvenes en el apogeo de su desarrollo que
asesoran a los principales dirigentes del país, proponen las medidas a
realizar y las ejecutan, aunque a veces también las deciden.
En relación con Cuba apreciaba que el gobierno gobernaba; la
institucionalidad y los procesos de toma de decisiones se ordenaban y
fortalecían; la contrarrevolución, tanto la interna como la externa, era
insignificante, desconocida y sin interés para la población; y existía
disposición de las autoridades para conversar con Washington sobre bases
de igualdad, reciprocidad, no injerencia y respeto mutuo.
El análisis presentado por Lugar jerarquizó la atención sobre la
situación económica de Cuba. Él omitió el impacto del bloqueo, pero
destacó los efectos de los huracanes Gustav y Ike que asolaron la Isla
en el 2008 y de la crisis financiera mundial, que redujeron
sensiblemente los ingresos por concepto del turismo, el níquel, las
remesas y los créditos.
Significó también los problemas que ocasionaban los gastos en la
importación de alimentos, la disparidad entre los ingresos personales y
los precios de los productos de primera necesidad, la doble moneda, las
diferencias sociales y las insatisfacciones que ya existían, sobre todo
entre los jóvenes.
Para Lugar, esas realidades fomentarían reformas económicas en Cuba
que podían traducirse en oportunidades comerciales y mercados para EEUU.
Su proposición central subrayó que “se podía lograr algún progreso
reemplazando la condicionalidad con el compromiso en consecuencia,
comenzando por áreas de consenso limitado que ofrecen confianza. Una
constante serie de medidas graduales posee un potencial importante de
confianza y podría finalmente crear las condiciones para un diálogo
efectivo sobre temas más polémicos”.
Agregó que “En otras palabras, un enfoque pragmático y coordinado le
permitiría al gobierno norteamericano interrumpir el proceso de
compromiso en cualquier momento si los intereses de EEUU ya no fueran
cumplidos”.
Propuso un grupo de temas para negociar a corto y mediano plazos,
como lo relativo a una emigración segura, legal y ordenada; la lucha
contra las drogas; inversiones en energía renovable y alternativa en
general; el comercio agrícola y en la esfera de la salud.
Sugirió que las negociaciones debían “estar encabezadas por el
Secretario Asistente de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental”
(¡casi escribe el nombre de Roberta Jacobson!), la creación de una
comisión bipartidista y una estrategia multilateral con sus socios
latinoamericanos y de la Unión Europea, que contribuyeran a un
conocimiento más minucioso de la realidad cubana, a la revisión de las
políticas en desarrollo y formulara “un plan detallado para dirigir la
política futura”.
Aquí incluyó la reincorporación de Cuba a instituciones
internacionales como el FMI, el Banco Mundial, el Banco Interamericano
de Desarrollo y la OEA, que como se sabe, están bajo su control y
comprometerían a Cuba con “reformas de libre mercado compatibles con los
intereses comerciales de EEUU”.
Asimismo, la “creación de un mecanismo para el intercambio regular de
información y acciones coordinadas entre el gobierno de los EEUU y
otros países” que dialogan con el gobierno antillano. Algo similar
“debería valorarse como marco para nuestros diplomáticos en La Habana”.
También identificó algunas acciones ejecutivas que podía decidir el
presidente de EEUU, como la eliminación de restricciones de viajes,
remesas y envíos de paquetes, facilitar exportaciones agrícolas y la
ayuda extranjera, desarrollar conversaciones bilaterales y establecer
acuerdos, restablecer relaciones diplomáticas y sacar a Cuba de la lista
de países terroristas.
Cuando se compara la política contra Cuba ejecutada por el actual
mandatario estadounidense con las proposiciones del senador Lugar, no
cabe la advertencia hollywoodense de “cualquier parecido con la realidad
es pura coincidencia”.
Las estrategias mediáticas del presidente Barack Obama y su visita a La Habana.
Desde que asumió la presidencia, las políticas y las acciones contra
Cuba ejecutadas por Obama han sido sistémicas y gozado de un poderoso
consenso en los núcleos duros de los círculos de poder que deciden en la
potencia imperial del mundo unipolar que vivimos. De no ser así, no
hubiera podido hacerlo o le hubiera ocurrido lo mismo que al presidente
John F. Kennedy.
El cambio de política y el reconocimiento del fracaso han sido
forzados por las circunstancias, no quedaba otro remedio. La valentía
del actual presidente estadounidense no consistió en viajar a Cuba para
decir lo que dijo, sino en enfrentar la oposición que iba a tener en los
EEUU.
Consideró además que no tenía que renunciar a sus objetivos de
derrocar al Gobierno Revolucionario y eliminar el socialismo en Cuba,
sino cambiar la forma. Con una smart policy podía cambiar la imagen y
hacer creer que había dejado atrás sus objetivos imperialistas hacia
Cuba y América Latina, lo cual coincidía con las recomendaciones de sus
principales ideólogos del sistema.
También había que cambiar la retórica del discurso, alinear a los
consorcios mediáticos, sobre todo a las agencias de noticias
internacionales que son los instrumentos fundamentales del pensamiento
único, y emplear masivamente las herramientas de las nuevas tecnologías
de la información y las comunicaciones.
Los asesores mediáticos impusieron la etiqueta de “flexibilización” a
la nueva política, para dar la idea de que están dejando de ser malos y
empiezan a ser buenos, cuando en realidad lo que hacen es desatar sobre
Cuba todo el potencial de influencia, subversión e injerencia que puede
desplegar el imperio que domina al mundo unipolar en que vivimos.
También determinaron la conveniencia de hacer creer que no se puede
eliminar el bloqueo porque el “congreso es republicano y se opone al
cambio”. Eso es muy discutible, cuando se trata de la proposición de un
prestigioso senador republicano conservador y en las 2 cámaras del
Capitolio se ha formado una mayoría de legisladores de ambos partidos
que apoyan el cambio. Los grandes grupos económicos, los que pagan a los
cabilderos y financian a los políticos, también lo solicitan.
Pero según Obama, en la democracia de su país no es suficiente la
mayoría, porque también hace falta lo que él denomina una “masa
crítica”. Él no la definió, dejó el entendimiento a la especulación del
libre albedrío, pudiera ser algo que necesita la mayoría para hacerse
valer ante el poder de la minoría o quizá se sea dejar de temerle al
chantaje y la gritería de unos pocos.
Sin embargo, sirve como pretexto para presionar a Cuba en las
negociaciones y reclamarle concesiones. Los ideólogos de los “tanques
pensantes”, los voceros gubernamentales, los consorcios mediáticos y
hasta el mismísimo Trump han sido más contundentes: “Ahora Cuba tiene
que hacer algo”, “tiene que cambiar algo”
Se trata de lograr los mismos objetivos, pero de otra manera, según establecen en su nueva estrategia.
Este tratamiento al tema del bloqueo le proporciona al presidente
demócrata un beneficio adicional: mala imagen al Partido Republicano en
el mercado electoral, lo cual contribuye a desviar a los compradores de
políticos, también conocidos como “donantes”, hacia las candidaturas
demócratas. Esto es lo que quiso decir Obama cuando expresó que había
“mucho dinero en la política” de EEUU, pero no llegó a decirlo porque
desmentía lo que él decía de la democracia en su país.
Todos coinciden en criticar a la guerra económica porque no logró el
objetivo de acabar con el socialismo y la Revolución en Cuba, pero
ninguno lo ha condenado por lo que tiene de genocida, por violar el
derecho internacional, por ser una imposición extraterritorial al resto
de la comunidad internacional ni por lo que tiene de inmoral. Es un
aspecto que intelectualmente los descalifica.
La visita de Obama a La Habana era importante desde el punto de vista
mediático. Era una acción audaz de gran impacto que podía generar
especulaciones que sustituirían a las realidades y se asumirían como
honestas, reales y de buena fe… aunque no lo fueran.
Sus disertaciones habaneras no podían ser muy precisas, sino más bien un poco ambiguas y con una buena actuación escénica.
“No hablar de historia” con el pretexto de que ya la sabemos venía en
esa línea, solo que la cultura media de los cubanos sabe que eso no
significa olvidarla. Historia es experiencia y conocimiento, que son
herramientas básicas para decidir cómo debemos cambiar.
La base naval de Guantánamo, adquirida por la fuerza y el chantaje e
ilegalmente ocupada por fuerzas armadas de su país, tiene una historia
que no puede ser olvidada. Obama no la mencionó, parece que ya la
olvidó, a pesar de las reiteradas reclamaciones cubanas. El Secretario
de Estado John Kerry ha dicho en varias oportunidades que no es un tema
de las negociaciones. Es un asunto presente que viene del pasado y para
los cubanos es una de las cosas en las cuales EEUU tiene que cambiar.
Era importante la recordación de las víctimas del terrorismo en
Bruselas, pero fue imperdonable no recordar a los jóvenes que perecieron
en el acto brutal contra el avión de Cubana de Aviación en Barbados,
por solo recordar un hecho entre los muchos que las agencias subversivas
del gobierno de los EEUU y del santuario creado para proteger a los
terroristas en Miami.
Para los latinoamericanos y los caribeños no es bien recibida la
retórica de que “todos somos americanos” expresada por un presidente
estadounidense, sin que antes haya roto con la Doctrina Monroe y el
simbolismo del “Destino Manifiesto”.
Quizá, como no quiere tener en cuenta lo que enseña la historia, fue
que utilizó a Martí. Desconocía el incidente de La Fernandina, cuando
las autoridades norteamericanas incautaron las armas adquiridas bajo su
dirección y con el sacrificio de una emigración patriota para iniciar la
guerra por la independencia o el testamento político del Héroe Nacional
donde advertía que toda su lucha era para impedir que los EEUU se
apoderaran de Cuba y cayeran con esa fuerza más sobre los pueblos de
Nuestra América.
Tampoco tuvo en cuenta su artículo “El Congreso Internacional de
Washington. Su historia, sus elementos y sus tendencias” [i][i], donde
alertó que los EEUU “… proclama su derecho de propia coronación a regir,
por moralidad geográfica, en el continente, y anuncia, por boca de sus
estadistas, en la prensa y en el púlpito, en el banquete y en el
congreso, mientras pone la mano sobre una isla[ii][ii] y trata de
comprar otra[iii][iii], que todo el norte de América ha de ser suyo, y
se le ha de reconocer derecho imperial del istmo abajo y de otra parte
están los pueblos de origen y fines diversos (…) que no tienen más
enemigo real que su propia ambición, y la del vecino que los convida a
ahorrarles el trabajo de quitarles mañana por la fuerza lo que le pueden
dar de grado ahora.”
Sin el riesgo de “quedar atrapado por la historia”, si la hubiera
tenido en cuenta, antes de hacer la visita habría dado fin al
presupuesto que desde 1985, unos 824 millones de dólares en estos 30
años, con que los gobernantes estadounidenses, Obama incluido, han
financiado el proyecto subversivo que cínicamente usurpa el nombre del
más universal de los cubanos.
Asuntos tan sensibles como las diferencias existentes y la
normalización de las relaciones entre los dos países requieren de mucho
cuidado. El humor y el relajo revelan versatilidad histriónica y
comunicacional, como en el caso de Pánfilo, muy criollo, o las de
Chaplin o Bob Hope, más universales, pero no necesariamente tributan a
la altura y respetabilidad de los estadistas.
Hay otras cosas que no tienen que ver con la historia, sino con la
legalidad en el presente, como la Convención de Viena sobre las
Relaciones Diplomáticas entre los Estados, la Carta de la ONU y la de la
propia OEA, donde se regulan las conductas y actividades de los
diplomáticos y consagran los principios de no injerencia y la
autodeterminación de los pueblos, o los códigos penales de los países en
los que se tipifican como delito el desorden público, la conspiración o
el financiamiento de potencias extranjeras.
Desde 1996 Washington ha invertido otros 264 millones USD en el
financiamiento de estas violaciones: 8,2 en el gobierno de Bill Clinton,
116.3 durante la administración de W. Bush, y 139,3 en lo que va de la
presidencia de Obama, el que más ha gastado.
En total, el actual mandatario estadounidense, quien dijo que EEUU
“no tenía la capacidad ni la intención” de atentar contra la
autodeterminación del pueblos cubano, ha destinado hasta ahora 303.429
millones de dólares para el financiamiento y promoción de la subversión
contra Cuba, y todavía falta lo que bajo se administración debe
aprobarse para el año que viene.
Una observación importante: esto es lo público, se desconocen las
partidas presupuestarias secretas de la CIA y otras entidades
gubernamentales que intervienen en las políticas hacía la Isla, de donde
salen también fondos destinados a distintos centros de subversión
ideológica, como “los tanques pensantes” y varias ONG, universidades,
personalidades y eventos, algunos de los cuales no son estadounidenses,
entre los que se incluyen algunos nacidos en Cuba.
En las transmisiones de radio y televisión anticubanas, que violan el
derecho internacional, desde 1984 hasta ahora han invertido 824
millones USD. Bajo la presidencia de Obama, otros 164,124 millones.
Con motivo de la visita de Obama pudieran comentarse muchos otros
asuntos, para eso habrá tiempo. Un detalle para terminar: sus discursos
en Cuba han vigorizado el patriotismo y la inteligencia de los cubanos.
*Analista político cubano
1. Publicado en La Nación, Buenos Aires, 19 y 20 de diciembre de 1889.
2. Se refiere a Haití