MADRID.- Edel González salió de Cuba hace ya dos años. Dejó su carrera judicial por problemas con un cargo provincial del Ministerio de Interior y empezó a notar "cosas raras" que hasta entonces no había percibido. El otrora funcionario observa una creciente "confrontación entre ciudadano y Estado" que teme que pueda derivar en un estallido social similar al acontecido en otros países de la región, por lo que propone al nuevo Gobierno de Miguel Díaz-Canel un diálogo nacional que resuelva las "inconformidades".
Tras graduarse en Derecho,
prestó unos años de "práctica social" como servicio al Estado. Empezó
como juez municipal y "los resultados obtenidos" le permitieron escalar
posiciones a nivel provincial e incluso le surgió la oportunidad de
llegar al Tribunal Supremo. Su estelar ascenso terminó cuando se
convirtió en presidente el Tribunal Provincial de Villa Clara, según ha
contado desde Madrid.
Tuvo
"pequeñas confrontaciones" con "una persona que dirigía el Ministerio de
Interior" en esa misma provincia porque dicha persona cuestionaba
públicamente decisiones judiciales, "en vez de hacerlo en los espacios
establecidos en la ley", para que "fueran conformes a su voluntad y
capricho".
Le intentó convencer de que pusiera fin a esas "actitudes
transgresoras" --"Las personas se entienden hablando"--, pero no lo
logró.
"Algunos oficiales, compañeros de contrainteligencia, me
avisaron de que me cuidara porque (...) me estaba marcando los pasos",
relata. Le impuso un "seguimiento secreto" con el que pudo presentar a
González como "una persona no confiable para la actividad judicial".
"Algo falso porque yo nunca me declaré anti nada, solo exigía que
hubiera Justicia", defiende.
El pulso lo ganó el dirigente
provincial: "Pedí que se me liberara porque yo en esas condiciones no
podía seguir trabajando".
Así, se extingue la relación laboral con "una
medida disciplinaria de revocación", si bien no pierde su "cualidad
ética", de modo que "podría haber seguido ejerciendo como jurista o
abogado".
"Con los días y los meses me fui quitando la cosa de que me
estaban vigilando y volví a ser un hombre libre", recuerda.
A
quienes han alcanzado cargos de cierta relevancia se les prohíbe salir
de Cuba durante cinco años, pero él quedó liberado a los pocos meses y
optó por partir a Perú, donde unos amigos que ya vivían allí le habían
asegurado que podía encontrar trabajo. Casi asentado en Lima, da el
salto a México porque la Universidad Autónoma estaba interesada en
artículos suyos y le propuso publicar. González sostiene que "estar
vigilado" no le empujó a dejar Cuba. "Fue una decisión personal",
recalca.
Desde el extranjero comienza a "ver un grupo de cosas
raras". A través de la prensa y las redes sociales observa que "Cuba
constantemente está siendo denunciada por violaciones de los Derechos
Humanos", le llegan noticias "sobre la manera en que la Policía detiene a
periodistas, artistas, disidentes".
"Veo un grado de confrontación
entre el ciudadano y el Estado que cuando estaba ahí no lo veía", dice.
González se ampara en que la única información a la que accede el
cubano es a través de "fuentes oficiales".
"Cuando estás metido en un
sistema en el que no puedes contrastar la información ni llegar a
conclusiones personales, pierdes la capacidad de tener cualquier tipo de
impulso o reacción frente a esas cosas", esgrime.
El ex juez avisa de que en Cuba "la gente se está agotando". "Muchos
siguen acompañando el proceso (revolucionario), porque tiene una base
justa, pero también veo que muchas personas llegaron a su límite",
indica.
González considera que "las carencias económicas son lo
que más golpea el malestar ciudadano".
"La esencia del problema" es el
bloqueo de Estados Unidos, sostiene al tiempo que reconoce que hay una
especie de "autobloqueo". Los 'cuentapropistas', por ejemplo, se quejan
de que "no se puede hacer negocios porque un día te dan unas libertades y
otro te las quitan".
A ello se suma que "ya en Cuba el
favoritismo empieza a tomar camino", de modo que "algunas personas
acceden a ciertos servicios y privilegios y una mayoría del pueblo (...)
que trabaja desde la mañana hasta por la tarde está privada de esas
cuestiones".
Normalmente, "la gente comenta estos problemas en
voz baja, porque si les dices que lo manifiesten tienen temor", y se
limita a "sobrevivir sin buscarse problemas".
Sin embargo, la incipiente
apertura de Cuba al mundo con el Gobierno de Raúl Castro rompió la
"burbuja" en la que vivían los cubanos, ahora con posibilidad de viajar a
otros países y con acceso a Internet, creando "un caldo de cultivo que
empieza a caminar".
"El ciudadano, cada día que pasa, se une a
grupos opositores o denuncia abiertamente y lacera la imagen del sistema
político, y eso genera una reacción. Hay una especie de pequeño
despertar en Cuba", asegura.
La respuesta gubernamental ha sido
"un incremento de la represión", por lo que a González le preocupa que
en Cuba se repitan las imágenes de enfrentamientos en las calles que han
tenido lugar en Chile, Bolivia o Venezuela.
"Puede que algunos
cubanos no lo vean como un problema, pero hay una generación de jóvenes
que también aspira a esas cosas y no tiene temor a hablar, denunciar y
reunirse en algún momento y salir a conquistarlas", advierte.
"Ahora que estamos a tiempo, antes de que la situación se salga de
control", aboga González, las autoridades cubanas deberían lanzar un
proceso de diálogo nacional, "sin interferencias ajenas", en el que
todos, los disidentes incluidos, puedan exponer sus demandas "sobre la
base de mejorar el sistema, nunca suplantar o eliminar el sistema".
González está convencido de que este cambio tiene que producirse
desde el seno del Gobierno y del Partido Comunista de Cuba (PCC), si
bien es consciente de que "todo el mundo se constriñe de dar el paso por
un temor instituido que tiene que ver con el papel que desempeñan las
fuerzas ocultas de la contrainteligencia".
"Hay millones de
cubanos (...) que son partidarios de no ceder porque tienen el temor de
que, por ejemplo, pasemos de una democracia socialista a una democracia
capitalista (...), y gozan de la legitimidad y el respaldo del Gobierno,
el Partido y las fuerzas ocultas", explica.
Esto choca con
"otro grupo de millones de personas" que creen que debería haber algunos
cambios, entre ellos opositores, aunque también "cuadros" del aparato
estatal que "están cargados de valores y quieren que el país avance".
"Hay posiciones muy radicales del Estado y de la oposición y cuando
dos cabezones no se entienden surge el conflicto", ilustra. En su
opinión, "un Gobierno que vea que eso puede ocurrir" tiene la obligación
de prevenirlo: "Es como tener un hijo y no ponerle las vacunas".
González cree que su doble cara, como ex miembro del régimen y cubano
en el exterior que ha visto la "realidad", le permite dar ese paso.
En
su entorno, le han llamado "soñador" y le han aconsejado que "no
regrese", algo que no se plantea porque sus padres y su hija siguen en
Cuba. "No tengo miedo", declara, apostillando que su intención no es
"levantar el ánimo de los cubanos" para que se movilicen, sino avisar a
las autoridades para que tomen medidas.
"Decían que el hombre
no podía llegar a la Luna y llegó", recuerda González, aunque no
considera que este sea un reto de tales dimensiones: "Si todos dejamos
de pensar que esto es un sueño y todos nos unimos a este proceso de
intercambio (...), si todos aportamos nuestro granito de arena sin
asumir posturas radicales, yo creo que Cuba está en condiciones de
escuchar".