lunes, 25 de febrero de 2019

Cuba, el tornado, Guaidó / Ginés Górriz *

Una amiga dramaturga cubana ha venido a Barcelona para un proyecto cultural y me explica que no duerme. El pasado 27 de enero un tornado cruzó varios barrios pobres de La Habana.

Hay siete muertos, 200 heridos, y 10.000 personas han abandonado sus viviendas. Unas 2.700 han caído total o parcialmente en un país sin seguros de hogar, tiendas de materiales, o empresas constructoras que puedan realizar los arreglos necesarios. El gobierno cubano recupera las infraestructuras dañadas, pero el apoyo a los damnificados, como todo lo que ofrece, es deficiente y escaso. 

El escenario de la catástrofe se ha repetido muchas veces en Cuba, pero esta vez es diferente por tres motivos, el primero, ya no hay un Castro barbudo al frente del gobierno, sino un lampiño Díaz-Canel. ¡Luchó en la Sierra con Fidel!, así era ex(s)cusado cualquier ministro deficiente, pues la lucha pasada otorgaba derecho eterno a mal mandar. Pero esa generación se muere y Díaz-Canel ni tiene credenciales guerrilleras, ni puede presumir de gestión, ni goza de la simpatía de sus gobernados. 

El presidente ha sido puesto por Raúl así, como quien pone un jarrón o una bala. Está por ver cómo tolera el pueblo a ese gobierno implantado una vez muerto el último barbudo, pero ya hay un vídeo que muestra a la comitiva presidencial abandonando a toda prisa un pueblo tornado mientras los vecinos increpan a la escolta ¡Descarados! 

El segundo elemento singular es internet. El 4 de diciembre de 2018, el presidente lampiño informó por Twitter ¡qué moderno! que el estado cubano permitiría por fin la contratación de datos móviles. Cuba es uno de los países menos conectados del mundo, se estima que un 5% de la población puede navegar por internet, y otro 20% puede enviar o recibir correo electrónico no seguro a través de servidores del Estado. Y esto va a cambiar.

Ubaldo Huerta, empresario cubano experto en internet y residente en Barcelona, explica que aunque el precio del nuevo servicio es altísimo para Cuba (un Giga de datos cuesta la mitad del salario de un maestro, 10 euros), se acerca a los estándar internacionales y es 100 veces menor que la tarifa anterior. 

Aunque hay páginas de noticias bloqueadas como Diario de Cuba, el digital de Yoani Sánchez, o el Estornudo, el gobierno, a diferencia del chino, tolera la instalación de VPNs capaces de sortear la censura, y permite por primera vez el acceso directo y seguro a los servidores de correo de Google y a plataformas como WhatsApp, Telegram y Facebook. Los cubanos ya pueden utilizar mensajería encriptada y hacer llamadas de voz por datos. Es un avance importante, estratégico, y no tecnológico. Desde hace años el gobierno de Cuba da a su pueblo mucho menos internet del que puede darle.

Es difícil exagerar la importancia de estos cambios. Analicemos el tercer elemento que hace a este tornado diferente. 

Ayer, estaba previsto que un reférendum aprobara la nueva Constitución redactada por Raúl, cuya última versión recupera la palabra "comunismo" y elimina el matrimonio homosexual que tanto habría aliviado a Jordi Évole y que estaba en los primeros borradores. La Constitución excluye derechos como la libertad de asociación y prensa, y confirma al Partido Comunista como la "fuerza política dirigente superior de la sociedad y del Estado". 

El gobierno cubano hizo una importante campaña por el SÍ, sin que los partidarios del NO pudieran ir a un debate televisivo o explicar su postura en la prensa. 

El estado ha reprimido a los activistas contrarios. José Daniel Ferrer, coordinador de la Unión Patriótica Cubana, fue golpeado, y su casa saqueada, por promover el NO. El monopolio estatal Etecsa bloqueó los mensajes de texto que incluían la palabra "abstención" o la etiqueta "yovotono", pero esos mensajes pueden ahora volar libres ¡y reproducirse! vía Whatsapp. 

La mayor conectividad y la profusión de teléfonos móviles ha permitido que conozcamos mejor la tragedia de los cubanos, Cibercuba, otro medio bloqueado en la isla, reporta el caso de Elena Aracelys González, véanlo y verán una casa, es un decir, llena de objetos, un televisor, elementos de cocina, muebles, que nadie recuperaría de un basurero de España. 

Aun así ella teme que esos objetos, que son todo lo que tiene, les puedan ser robados, por eso pide que le repongan el techo caído, por eso tiene un candado en la reja de acceso, por eso no sale de casa. Un funcionario "que no tiene tiempo para ayudarle" le ha ofrecido un subsidio pero ella no acepta ese dinero inservible, quiere los materiales. Pronuncia "yo no quiero un suicidio...", y el lapsus de Elena contiene a la vez una poderosa verdad y una metáfora sobre esa larguísima, triste, y agónica relación del pueblo de Cuba con sus gobernantes revolucionarios

Y por eso mi amiga no duerme. En la isla, por primera vez en 60 años, se puede ver a cubanos entregando comida o ropa a otros cubanos no porque el gobierno les haya ordenado hacerlo, sino porque han decidido ordenarse como hombres libres al margen del Estado. Estos cubanos visitan los barrios afectados (3 bebitas una anciana postrada con cáncer, 6 ancianos y 5 niños. Pasillo sin techo, no han recibido ayudas! c Reyes n. 68), actualizan listas de los damnificados y sus necesidades (Quiroga·2, Enrique Bell y su hermana, viven solos, 80 años. Necesitan colchón, perdieron todo), y vuelcan los datos en un Excel ordenado por barrio y gravedad (Derrumbe total, conviven 9 personas en una casa que estaba dividida. Anciana de 92 años ingresada. Dos hembras de 2 y 3 años, niño de 9). 

Otro grupo recoge y registra los donativos: un restaurante privado ofrece trescientas raciones de comida, no quiere publicidad; hay unos viejitos que se han quedado sin casa y hay gente, buena gente, que telefonea desde Cuba o Miami hasta dar con una familia acogedora; alguien ha perdido su silla de ruedas y la información corre hasta que aparece. Mi amiga, desde Barcelona, dedica las noches a casar oferta y demanda, y los voluntarios reciben en Cuba listados y ficheros para aplicaciones de mapas con los recorridos de distribución para cada barrio.

El Estado ha intentado sabotear este movimiento solidario. Zenaida Romeu, junto a su prestigioso conjunto de música de cámara formado por mujeres, fue a repartir ayuda al pueblo de Regla, pero las autoridades mandaron a una docena de policías a rodearlas y expulsarlas. El gobierno envió voluntarios con camisetas fosforescentes con el texto YOVOTOSI a estos pueblos privados de luz, pero los voluntarios han impedido la apropiación y exigido a los participantes neutralidad política. 

"A mí esto me ha taladrado la cabeza", dice mi amiga, "por primera vez entiendo la historia de Cuba, la de antes de la revolución, ahora entiendo cómo un grupo de gente podía pensar en otras personas y reunirse para hacer algo, ahora entiendo como Martí pudo crear redes ciudadanas, incluso sin internet. Antes lo entendía teóricamente, pero ahora es algo físico, vinculado a mi cuerpo, soy yo quien lo hace, soy yo quien se pone en el lugar del otro y se organiza". 

Resulta emocionante y esperanzador escuchar a mi amiga Crisálida, ver crecer en su cuerpo de 26 años ese otro cuerpo, el de un patriotismo ciudadano y un orgullo de Cuba que no viene inflado desde el poder, ni vinculado a un comunismo patriotero, ni al antiyankismo, ni a los gritos de un caudillo histriónico y faltón. Mi amiga, en fin, deviene ciudadana libre ante mis ojos. 

"No hay vuelta atrás", concluye "Se acabó la generación croqueta", esa nacida en los años 90, desideologizada y desmotivada salvo para las cosas del tragar. "Esto va a generar un cambio en la gente". Y yo, aún incrédulo, me pregunto. ¿Será esto acaso el hombre nuevo, el viejo hombre nuevo? Y luego ¿Habrá por ahí algún Guaidó?


(*) Empresario


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