SAO PAULO.- Los llaman "desertores" en Cuba y ya
no pueden ejercer su profesión en Brasil; unos 2.500 médicos que no
volvieron a la isla tras el fin del programa "Más Médicos" luchan por
salir del purgatorio en el que les colocó un precipitado desencuentro
entre La Habana y el presidente Jair Bolsonaro.
El
pasado mes de noviembre, Bolsonaro, entonces presidente electo de
Brasil, dijo que los profesionales cubanos de "Más Médicos" eran
"esclavos" de una "dictadura", palabras que desataron una rápida
respuesta del Gobierno de Cuba: la orden de poner fin al programa.
Esta cadena de sucesos puso patas arriba la vida de
8.332 profesionales, de los cuales la mayoría decidió retornar a la isla
y quedarse allí; otros, volvieron por temor a represalias pero al
tiempo regresaron a Brasil y un tercer grupo nunca volvió a Cuba, los
llamados "desertores".
La situación trastocó por
completo la vida del médico cubano Yennier Escobar, de 33 años, que
narra su experiencia desde las puertas de la Unidad Básica de
Salud "Nova Bom Sucesso", en Guarulhos (Sao Paulo), donde ya tiene
sustituto: "Amaba trabajar en este lugar, me limito a no venir mucho
porque tengo sentimientos encontrados".
El 14 de
noviembre debía ser uno de los mejores días de su vida porque, después
de dos años intentándolo, había conseguido cumplir "su sueño" de traer a
su familia a Brasil, pero el galeno recibió una llamada en la que le
comunicaron que ese sería su ultimo día de trabajo y sería repatriado
debido a "conflictos políticos".
En su caso, él pasó
por su país antes de fin de año para visitar al resto de su familia y
después volvió a Brasil, lo que le permitió evitar la condición de
"desertor" con la que se castigó a aquellos que nunca retornaron y ahora
no podrán hacerlo hasta dentro de ocho años.
"Esa es la palabra que usan, 'desertores', pero no lo somos; somos cubanos libres", sentencia el doctor.
Para Brasil, ahora Yennier y algunos de sus compatriotas son
"refugiados", protocolo al que se acogieron para no perder su condición
de residentes y que les permitirá obtener una cartera de trabajo,
trámite que se demora en el tiempo mientras no reciben ningún ingreso.
Existe un resquicio de esperanza para él y los más de 2.500 galenos
expulsados del programa "Más Médicos" que se quedaron en Brasil: volver a
entrar. Pero para ello, deberán aguardar al final de una larga fila,
pues el concurso que lanzó el Gobierno para cubrir las plazas puso como
prioridad a los médicos brasileños.
A pesar de que
las inscripciones iniciales superaron al número de vacantes, 8.517, aún
existen unas 800 sin ocupar porque parte de los escogidos renunciaron a
su plaza al tratarse de zonas de difícil acceso o carentes de recursos.
De hecho, el programa "Más Médicos" fue creado en 2013 por la entonces
presidenta Dilma Rousseff (2011-2016) para garantizar atención en estas
zonas.
Mientras, los médicos cubanos que quedaron en
Brasil ansían obtener una de las 800 plazas cuando el concurso por fin
se abra para ellos, lo que sucederá el próximo 18 de febrero "si no
vuelven a atrasarlo", explica el médico.
En el caso
de no conseguirlo, Yennier está dispuesto a trabajar "en lo que
aparezca, cualquier cosa que sea legal", y su sueño a largo plazo es que
se celebre una convocatoria de examen de reválida que le permita
competir en igualdad de condiciones con los brasileños, cita que no se
da lugar desde 2017.
Yennier se define como un "un
hombre de ciencia y no de política", pero cree que las declaraciones de
Bolsonaro "abrieron los ojos al mundo" sobre la situación de los médicos
cubanos.
El galeno se refiere a las condiciones del
programa según las cuáles apenas recibían el 25 % del salario, unos 800
dólares, y el resto era retenido por el Gobierno de Cuba.
Por el momento, Yennier no contempla volver a su país y pide
"humanidad" al Gobierno brasileño: "Creo que hemos sido buenos con este
pueblo", manifiesta, una afirmación que se confirma al escuchar a
algunos de los que fueron sus pacientes.
Izabel Dias
sostiene en sus brazos a su nieta, Isabelle Vitória, que a sus tres años
lucha contra una enfermedad rara, atrofia muscular espinal de tipo uno.
Cuando la pequeña solo tenía seis meses y no conseguía apenas moverse,
algunos profesionales se limitaron a vaticinar su pronta muerte.
Fue Yennier el que, cuando la recibió, rechazó esa posibilidad, hizo un
diagnóstico preliminar y les encaminó al especialista que ahora, dos
años y medio después, la sigue tratando: "Necesitamos un ser humano que
no trabaje solo por dinero y sí por las personas", demanda la abuela de
la pequeña.
"Pero él va a volver... ¿A que sí, a que
vas a volver?", pregunta Isabel a Yennier, sonriendo con la niña dormida
entre sus brazos.
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