LA HABANA.- La prohibición de los viajes en crucero a Cuba
impuesta por el Gobierno de los Estados Unidos, condena a un futuro
negro a los hasta hoy pujantes negocios privados del centro histórico de
La Habana, desde restaurantes y tiendas de souvenirs hasta los
emblemáticos automóviles clásicos.
Los cruceros de navieras como Carnival y Norwegian llevaron
a Cuba a 340.000 estadounidenses en 2018, el doble que el año anterior,
lo que situó al país norteamericano como el segundo mercado emisor de
visitantes a la isla (con un total de 638.000) solo por detrás de
Canadá, según datos del Ministerio de Turismo.
Desde que llegaran los primeros cruceros en 2016, fruto del "deshielo" promovido por Raúl Castro y Barack Obama,
en el otrora deprimido barrio de la Habana Vieja se han multiplicado
los negocios de los nuevos emprendedores cubanos o "cuentapropistas", un
pujante colectivo que ha dinamizado la economía cubana al margen del
inoperante sector estatal.
Estos abarcan desde ambiciosos restaurantes con pantallas
gigantes, bares de cócteles, estudios de artistas o tiendas de ropa
tradicional, hasta el humilde puesto de Yolaina la peinadora, experta en llenar de tirabuzones y trenzas las cabezas de los turistas a la sombra de la basílica de San Francisco de Asís.
"Me quiero morir. ¿Cómo no van a poder venir los cruceros? Si son la única entrada que tenemos,
porque ya casi no hay turismo aquí ya", lamenta Yolaina, tras asegurar
que aproximadamente la mitad de sus clientes proceden de los barcos
gigantes que atracan a escasos cien metros de su negocio.
Yoasi García, que regenta una tienda de recuerdos en la zona, comparte una preocupación similar.
"Estamos sobreviviendo por los cruceros.
Creemos que si caen los cruceros caerán los negocios aquí también",
lamenta, aunque no pierde el optimismo: "Los cubanos somos tremendos,
estamos adaptados a vivir en cualquier etapa, clima y época. Somos
fuertes".
Los dos cruceros amarrados en el puerto de La Habana, podrían
ser los últimos procedentes de los EEUU, ya que la prohibición entra en
vigor en 24 horas. Sus pasajeros, sin embargo, se dispersaban por las
calles de la ciudad sin saber que probablemente sean los últimos en
disfrutar de este tipo de vacaciones, al menos por una buena temporada.
"Me he quedado de piedra. Ya estábamos preocupados antes de
venir porque pensábamos que podía pasar, pero no lo sabíamos. Al menos
aún tenemos el resto del día para apoyar a la gente de aquí", comenta la jubilada Scarlett Skinner, mientras degusta el tradicional plato
cubano "ropa vieja" en un restaurante del barrio.
La Administración de Donald Trump también
anunció la prohibición desde mañana de los viajes culturales y
educativos de contacto con el pueblo de Cuba, conocidos en inglés como
"people to people" y que permitieron a miles de estadounidenses visitar
la isla tras el deshielo iniciado en 2014.
Los estadounidenses tienen prohibido hacer turismo en la isla,
pero hasta ahora podían viajar si cumplían con algunas de las doce
categorías existentes: visitas gubernamentales, actividades de medios de
comunicación o centros de investigación, proyectos educativos,
religiosos y médicos.
Estas otras modalidades no se verán afectadas y también podrán
seguir operando con normalidad los vuelos comerciales regulares entre
ambos países, reanudados en 2016 tras un paréntesis de más de medio
siglo.
En el caso de la prohibición de cruceros, el Gobierno de los EEUU
argumenta que el objetivo es acabar con el "turismo velado" al
considerar que sirve para "llenar los bolsillos de los militares cubanos" y en último término apoyar al régimen de Nicolás Maduro en Venezuela.
Esta hipótesis no preocupa demasiado a Linda Harper, otra
jubilada estadounidense que bajó del crucero para pasar la tarde en La
Habana: "Mi dinero va para mojitos, no estoy segura de a dónde llega
después", ironiza, y hace un amago de brindar con el cóctel cubano por
excelencia.
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