NUEVA YORK.- Durante
un mitin en Nuevo México en septiembre pasado, el presidente de EE.UU.,
Donald Trump, señaló a Steve Cortes, uno de sus partidarios hispanos
más reconocidos, y le preguntó: ¿Qué te gusta más, el país o los
hispanos?
La
elección binaria dice mucho. Trump planteaba que "el país" es diferente
a "los hispanos", de los cuales resulta que 59 millones viven en el
país. Que Trump haya hecho esta declaración en Nuevo México, donde los
hispanos han estado viviendo desde antes de que existiera EE.UU., y
mientras Trump evidentemente está intentando atraer el voto hispano,
solo demuestra su compromiso con mantener estos dos conceptos en
oposición.
La
animosidad pública de Trump hacia los hispanos ha sido un rasgo
definitorio de su presidencia y, anteriormente, de su campaña. No
obstante, la participación hispana, que nunca ha sido alta, cayó en
2016.
"Si bien muchos esperaban una fuerte participación hispana en un
enfrentamiento entre Trump y Clinton", escribió el demógrafo de
Brookings Institution William Frey, "los hispanos registraron un modesto
declive de 0,4%". Además, Trump obtuvo 28% del voto hispano en 2016, un
punto porcentual más que Mitt Romney en 2012. Las mujeres y los hombres
hispanos votaron por Trump en igual medida, mientras que un porcentaje
solo un poco más alto (67%) de mujeres hispanas votaron por Hillary
Clinton, en comparación con los hombres (65%).
En
política y políticas, Trump ha dirigido repetidamente sus agresiones
raciales a los mexicanos, las familias centroamericanas y los Dreamers,
principalmente hispanos, que viven en EE.UU. Por tanto, su índice de
aprobación entre los hispanos —31% de acuerdo con una encuesta de hace
algunos meses, no muy alto, pero no terriblemente bajo— es
desconcertante.
Es
más sorprendente aún a la luz de un nuevo artículo de investigación de
los politólogos Alexander Agadjanian y Dean Lacy. Plantean la
posibilidad de que algunos estadounidenses con identidades raciales más
fluidas —como los hispanos y las personas con mezclas raciales— pueden
estar alineando sus identidades raciales con sus identidades
partidistas:
Las
presiones de grupo relacionadas con la raza y la identidad han llevado a
los estadounidenses a equipararlas con sus lealtades partidistas
cambiantes.
Específicamente, las personas que cambiaron su voto de no
republicano en 2012 a republicano en 2016 (un voto por Trump) tenían
mayores probabilidades de cambiar su identificación racial de no blanco a
blanco.
De manera similar, los que cambiaron su voto de no demócrata en
2012 a demócrata en 2016 (un voto por Clinton) tenían más
probabilidades de cambiar su identificación racial de blanco a no
blanco.
Si
este tipo de autoclasificación funciona incluso en los márgenes del
electorado, los hispanos autoidentificados deberían ser aún más hostiles
hacia Trump, ya que, al menos entre algunos, su identidad es en parte
una función de su oposición a su presidencia.
No
está para nada claro que a Trump le vaya a ir peor entre los hispanos
en 2020 que en 2016. Los activistas demócratas esperan, no por primera
vez, poder sobrepasar a la fórmula republicana con su participación,
incluso si no aumentan su parte de la votación.
Si
Trump mantiene su participación de la votación hispana en 2016, una
base hispana activa aún podría sacarlo del cargo. En 2016, Trump derrotó
a Clinton en Texas por 807.000 votos, lo que le ganó los 38 votos
electorales del estado, equivalentes a los de Pensilvania y Ohio
combinados. El Republicano Ted Cruz derrotó al demócrata Beto O’Rourke
en la carrera al Senado de 2018 en Texas por 215.000 votos.
"Cualquier
observador político que siga las tendencias electorales verá a Texas y
se preguntará por qué hay casi 4 millones de latinos que se quedan a un
lado durante todas las elecciones", escribe Albert Morales, director
político sénior de Latino Decisions y agente político demócrata de larga
data.
"En caso de que no sea obvio, mi punto es que en un Texas donde
al menos la mitad de los 4 millones de latinos poco movilizados saliera a
votar en las carreras estatales y nacionales, la composición de la
legislatura y la asamblea estatal sería muy, muy diferente".
Los
demócratas han estado esperando durante años que la ola hispana llegue a
la costa. Están teniendo dificultades para recuperar el control del
Medio Oeste alto, donde la mediana de votantes son más blancos y más
viejos. Mientras tanto, los estados de Arizona, Florida y Texas, con una
alta población hispana, parecen atractivos.
La participación hispana se
disparó en 2018, en comparación con la baja base de las elecciones de
mitad de periodo en 2014, y los votantes hispanos estaban muy inclinados
hacia el lado demócrata.
Aún
así, puede ser difícil para cualquier candidato demócrata abarcar los
estados del viejo "muro azul" y los estados más hispanos de la "mayoría
demócrata emergente". A juzgar por la fuerte reacción de los demócratas
del sur de Florida a los comentarios medianamente aprobatorios del
senador Bernie Sandres sobre Cuba, puede que Sanders ya esté en
problemas con algunos votantes cubanos y venezolanos.
Una
encuesta de Mason-Dixon a 1.000 votantes hispanos registrados realizada
hace algunos meses sugería problemas en el camino para Trump, y solo
25% dijo que votaría por la reelección del presidente.
No obstante, la
encuesta también incluía esta advertencia para Sanders, quien ganó un
fuerte apoyo hispano en las reuniones electorales de Nevada este fin de
semana: 62% de los votantes hispanos dijo que no votaría por un
candidato que se autodetermine "socialista".
No hay comentarios:
Publicar un comentario