Quien conoce Cuba sabe que es un paraíso paralizado por un sistema
pseudo comunista que no permite a la gente tener un huerto porque eso
sería iniciativa privada. Con aquella tierra fértil en que todo puja,
los huertos privados solucionarían la mitad de necesidades alimenticias.
Pero la castrofobia lo impide. Luego el cuento del bloqueo yanqui.
Falso. Los pollos que se comen en Cuba vienen de Kentucky. Hay un
edificio en La Habana lleno de yanquis que es la oficina de comercio de
USA. A pesar de lo cual usan a USA como amenaza exterior es el recurso
manido, ya lo hacía Franco con el comunismo y la conspiración
judeomasónica.
Basta ir a Cuba para quedar enamorado de su gente, su naturaleza y su
arquitectura. Basta hurgar en poco para comprobar el freno económico
enorme que supone el sistema colectivista.
Cierto que Castro devolvió el orgullo al pueblo cubano, aboliendo el
sistema de Batista de convertir a Cuba en una colonia de USA y su casino
tropical. Castro salvó a Cuba de que Meyer Lansky invirtiera el dinero
de la mafia para convertir La Habana en las Vegas. Y Castro dio
educación a todos y medicina. Pero no encontró el modo para
compatibilizar estas cosas buenas con un desarrollo floreciente del
país. No supo. Con él, Cuba se vino abajo económicamente y La Habana en
una Pompeya dilapidada por el volcán comunista. Castro tuvo cosas muy
buenas y muy perjudiciales. Fue peor de lo que creía ser. Y eso que
estudió en los jesuitas, que de eso saben.
(*) Doctor en Economía, profesor de Urbanismo, escritor español
No hay comentarios:
Publicar un comentario