domingo, 11 de diciembre de 2016

Luces y sombras de la revolución cubana / Fernando Bermúdez *

Trabajando en Guatemala formé parte de la Asamblea del Pueblo de Dios, extendida por todos los países de América Latina. Esto me dio la oportunidad de viajar y conocer Cuba. La muerte del comandante Fidel Castro me ha motivado a elaborar este breve artículo, que no pretende ser un análisis exhaustivo de la realidad cubana. Sencillamente pretendo transmitir algunos sentimientos e imágenes de lo que vi.
 
Tuve la oportunidad de hablar con toda clase de gente, unos fieles a la revolución y otros críticos e incluso opositores. Me entrevisté con creyentes y no creyentes, sacerdotes, pastores protestantes, miembros de las comunidades cristianas de base, obreros, campesinos, artistas, médicos, taxistas, policías? niños, jóvenes y adultos. Cuba me conmocionó profundamente. Sus gentes son entrañablemente acogedoras.
 
La revolución cubana es interesante, fascinante y compleja. Trataré de ser crítico, observando sus luces y sombras. Trataré de expresar lo que vi y oí desde mi experiencia de caminar durante muchos años por los senderos de la muerte y de la esperanza en Guatemala y Chiapas (México).

Comienzo por las sombras. Lo primero que salta a la vista es la falta de libertad de expresión. Los medios de comunicación son del Estado. El Gobierno justifica este control informativo como un mecanismo para evitar la penetración de elementos de espionaje desde Estados Unidos. Hay escasez de medios de vida, sobre todo en vestidos, electrodomésticos, herramientas de trabajo. La alimentación está racionada, aunque nadie pasa hambre. Los barrios antiguos de la ciudad de La Habana están bastante deteriorados. La circulación de monedas extranjeras, como el dólar y el euro, genera dos niveles de vida y diferencias sociales.

El ritmo de consumo que tienen los turistas extranjeros es una tentación permanente para los cubanos. El hecho de no poder acceder a lo que los extranjeros gozan, crea en muchos cubanos un cierto descontento. El transporte público es deficiente, debido a la escasez de combustible por el bloqueo norteamericano. Se siente una fuerte estatificación de la sociedad con el riesgo de que la justicia social imperante responda más a una imposición que a la conciencia ciudadana: la conciencia del hombre nuevo de la que hablaba el Che. Sentí que, así como en el sistema capitalista se idolatriza el libre mercado, en Cuba se llega casi a idolatrizar el Estado.

En medio de estas sombras descubrí grandes luces, logros de la revolución cubana, que los países capitalistas y sus medios de comunicación tratan de ignorar y ocultar. Todos los ciudadanos tienen comida, escasa y racionada, pero comen. En Cuba no se pasa hambre a diferencia de México, Centroamérica y América del Sur. Incluso en Estados Unidos hay sectores de la población que pasan hambre. En los barrios de La Habana y de otras ciudades hay comedores populares. Yo comí en algunos de ellos por un peso cubano, es decir por seis céntimos de euro. En Cuba no hay mortalidad infantil, dato reconocido por UNICEF. La atención médica y los medicamentos son gratuitos. Existe escasez de medicinas debido al bloqueo, pero los cubanos, con su creatividad, han sabido hacer frente a ello.

La Educación es, asimismo, gratuita, incluidos libros. El analfabetismo es nulo. Todos los cubanos pueden estudiar una o varias carreras, según su capacidad. Visité la escuela primaria Patricio Lubumba. Hablé con los maestros y maestras y con los alumnos. En Cuba no hay niños de la calle. Hay seguridad ciudadana, se puede caminar tranquilamente a cualquier hora del día o de la noche por las calles de las ciudades y pueblos. En una barriada de Marianao visité a una profesora que había estado en Guatemala. Llegué a su casa. Me ofrecieron un vaso de refresco de pulpa de tamarindo, y hablamos de muchas cosas. El marido me dice: «Aquí somos pobres, pero tenemos dignidad». En Cuba hay un alto nivel cultural. El arte (música, pintura, escultura, literatura, cine...) está muy considerado y desarrollado. Hay, asimismo, libertad de culto. Se ven conventos de religiosas, seminarios, eventos religiosos católicos y protestantes. La celebración de uno de estos eventos fue el motivo de mi estancia en la Isla.

Los policías y militares van sin armas por la calle. Toman los buses o circulan en bicicleta, como todo ciudadano, para ir a sus cuarteles. La bicicleta es el principal medio de transporte, cosa muy saludable y ecológica. Cuba fomenta el espíritu de solidaridad con los pueblos de América Latina y África. Multitud de médicos cubanos están prestando sus servicios en países de estos continentes. Más de 200 médicos cubanos llegaron a Guatemala tras la firma de la Paz a prestar servicio en los lugares más apartado de la sierra y de la selva. En los tres años que permanecieron en el país redujeron notablemente la morbilidad y mortalidad infantil, así lo reconoció el ministerio de Sanidad guatemalteco. Sin duda Cuba sea el país más solidario del mundo.

En fin, serían interminables las luces que visualicé, en medio de las sombras anteriormente presentadas. A quienes descalifican la revolución cubana les diría: «El que esté sin pecado, tire la primera piedra», en palabras de Jesús.

En una ocasión estaba dando un taller en Ixchiguán, uno de los municipios más pobres de Guatemala. Durante la actividad salió el tema de los médicos cubanos que trabajan en la región. Los campesinos de las aldeas que los habían acogido hablaban maravillas de ellos, como personas educadas, respetuosas, trabajadoras y competentes profesionalmente. Sin embargo, no faltó la voz de un señor señalando que esos médicos son 'comunistas', que vienen de Cuba, que allí no hay libertad. Escuchamos sus críticas y, cuando terminó de hablar, pregunté a la asamblea su opinión al respecto. Varios levantaron la mano, pero lo interesante es lo que comentó un campesino pobre, de una lejana aldea. Dijo: «¿Libertad? ¿acaso la sola libertad llena el estómago de mis hijos cuando tienen hambre? ¿Para qué me sirve la libertad si no hay justicia ni comida?».

Este sencillo campesino nos dio una lección magistral. No hay libertad auténtica sin justicia, como tampoco hay justicia sin libertad. Las dos caminan de la mano. Ahí recordamos aquel verso de Pedro Casaldáliga: «Primero sea el pan, después la libertad. / La libertad con hambre es una flor encima de un cadáver». No hay pan sin justicia como no hay desarrollo pleno sin libertad.

La nueva sociedad con la que soñamos estará fundada en estos dos pilares. Primero la justicia, después la libertad. El capitalismo hace énfasis en la libertad, ¿para qué? para explotar al ser humano y saquear los recursos de la naturaleza, libertad para competir y especular, libertad de mercado sin control alguno por parte del Estado? Y el socialismo histórico hace énfasis en la justicia impuesta a costa de inhibir la libertad. Esto ha sido un error, pues, como decía Albert Camus, «si el hombre fracasa en conciliar la justicia y la libertad, fracasa en todo».

El desafío, por lo tanto, es luchar por otro modelo socioeconómico y político posible en donde la justicia, los derechos sociales y la igualdad de oportunidades se conjuguen dialécticamente con la libertad. De todas maneras, Cuba, con sus luces y sombras, es un referente. Y Fidel, sin duda, el mejor estadista de la historia de América Latina.


(*) Sacerdote español

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