LA HABANA.- Ante
la escasez crónica en Cuba, producto del embargo de Estados Unidos y
las ineficientes políticas de planificación estatal, hordas de
estraperlistas acaparan mercancías para revenderlas a mayor precio, un
secreto a voces que finalmente ha estallado con el "escándalo de las
15.000 manzanas".
El
supermercado de La Puntilla, en el selecto barrio habanero de Miramar,
recibe el 31 de agosto una inusual partida de manzanas. Los preciados
frutos, raramente vistos en la isla en esta época del año, se disponen
en cajas de 100 unidades para su venta al público con una sola
restricción: un lote por persona.
En
el preciso momento en que salen a la venta, decenas de jóvenes sin
disimulo alguno coordinados se agencian 150 cajas (15.000 manzanas en
total), las pagan (6.750 dólares) y se las llevan, dejando las
estanterías vacías para disgusto e indignación del resto de clientes.
Uno
de ellos era el periodista cubano Iroel Sánchez, testigo de excepción
del "secuestro" frutícola y que lo denunció la semana siguiente en su
blog en un artículo titulado "Asalto en La Puntilla", reproducido poco
después en la web estatal Cubadebate, lo que generó un fuerte revuelo
popular y provocó en último término la intervención de las autoridades.
El
informador explicó que pequeñas mafias cubanas acaparan no solo
manzanas, sino también pañales, carne de pollo, queso o cualquier otro
producto en situación de escasez, para luego establecer sus propias
redes de distribución en el mercado negro a precios mayores que los
marcados por el monopolio estatal socialista.
Para
ello es fundamental la connivencia de funcionarios de los supermercados
y cadenas de reparto, cuyos magros salarios estatales de unos 30
dólares al mes agradecen "incentivos" por hacer la vista gorda, filtrar
información o incluso entregar la mercancía al especulador y ayudarle a
transportarla.
El
artículo de Sánchez ha elevado este problema al foro de debate social
en Cuba, hasta el punto de que CIMEX, el grupo empresarial del Estado
que monopoliza la distribución, anunció los despidos fulminantes de ocho
funcionarios presuntamente implicados en el caso y -algo muy inusual-
publicó sus nombres y apellidos para mayor escarnio público.
Dos empleadas del supermercado habanero confirmaron
que tienen "terminantemente prohibido" hacer mención alguna al escándalo
de las manzanas, aunque una de ellas sentenció: "Lo que has leído en
internet es verdad".
Mientras,
un directivo del centro comercial declaró, bajo condición
de anonimato, que el incidente "no es tan feo como dicen" y negó
connivencia alguna con los estraperlistas.
"Cada
uno se llevó el máximo permitido y no pudimos hacer nada", aseguró,
tras revelar que él y sus subordinados están siendo objeto de una
rigurosa investigación de las autoridades y temen perder sus puestos de
trabajo.
Para
el economista Ricardo Torres, especialista del CEEC, institución
adjunta a la Universidad de La Habana, la especulación en Cuba es un
problema difícil de erradicar, a pesar de los esfuerzos de las
autoridades.
"En
toda sociedad la mayoría dedica tiempo y energía a lo que es más
lucrativo. Si es rentable el desvío de recursos, será más difícil
detenerlo porque la gente buscará formas de esquivar los controles",
explica.
Torres
cree que "la causa fundamental es la escasez generalizada, que ha
moldeado ciertos comportamientos en los dueños de negocios y en la
población".
Por
ello, hasta que cese la carestía, la ley de la oferta y la demanda
gobernará la distribución y los precios, por mucho que se esfuerce el
Estado en mantener el control y castigar a los infractores.
La
falta de divisas -agravada por unas débiles exportaciones, un sistema
de distribución insuficiente, problemas de deuda y el embargo
estadounidense- está en la raíz de la escasez crónica que padece Cuba y
que en último término vacía los estantes de sus comercios, según el
experto.
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