lunes, 15 de noviembre de 2021

Represión y opresión en Cuba / Editorial de ABC

 

Las protestas organizadas por el denominado grupo Archipiélago en Cuba no son, como ha dicho públicamente el presidente del régimen, Miguel Díaz-Canel, un plan de desestabilización contra su Gobierno. Ojalá lo fueran. Son solo la enésima expresión de una ciudadanía desesperada que se resiste a que, después de seis décadas de sufrir una dictadura del odio, se siga perpetuando la falta de libertad. Cuba no es solo un régimen opresivo que castiga a todo aquel que se erige en disidente, o que simplemente no comparte las ideas del comunismo más trasnochado. 

Díaz-Canel, siguiendo la senda del castrismo más cruel, representa la persecución de las ideas y las peores praxis de la tortura. Impide manifestaciones pacíficas, mantiene en condiciones infrahumanas a los presos políticos y priva a quien le viene en gana de todo tipo de derechos, garantías y juicios justos.

Cualquier expresión, incluso artística, que marque distancias con el régimen es censurada, y sus responsables son automáticamente confinados en sus domicilios, o perseguidos por la Policía mientras se les corta el acceso a la tecnología como forma de presión y amedrentamiento para que permanezcan incomunicados el tiempo que decida la Policía.

Transcurridas seis décadas, en Cuba hay ya generaciones enteras que solo han vivido en la opresión, la crueldad y la miseria. Son conscientes de que más allá de la isla hay un mundo globalizado en el que el capitalismo funciona, las sociedades y sus ciudadanos progresan, o los enfermos son convenientemente tratados a través de sistemas de salud modernos y eficaces. 

Sin embargo, en Cuba no hay avances, sino un proteccionismo de supervivencia instalado en el victimismo de considerarse un régimen perseguido a base de sanciones. Aquellas promesas de aperturismo político y transformación hacia la democracia han demostrado ser una farsa. En Cuba se permite detener a periodistas, se veta a observadores internacionales y, sobre todo, se prohíbe. Más parece que el único derecho consolidado en Cuba sea el de ser pobre y tratar de superar la miseria a costa de no ser reprimido.

Cuba sigue siendo, en pleno siglo XXI, el país de las cartillas de racionamiento, de la carestía y de la falta de expectativas. Al igual que ahora lo hacen el grupo Archipiélago y movimientos de sacerdotes católicos, antes lo intentaron muchos otros artistas, escritores, filósofos, poetas. Y siempre en vano. Cuba siempre halla en Rusia, en China, o incluso ahora y desde hace años, en países como España, una comprensión y permisividad inexplicables con la dictadura. 

El populismo de extrema izquierda en nuestro país es tan capaz de maquillar tanto la realidad de Cuba o Venezuela que hasta pretende hacernos creer que esos países son un paraíso de garantías y derechos, y que el comunismo es el paradigma de la auténtica realización personal, social, económica, política o cultural de cada persona. Y nada hay más lejos de la realidad y de la historia, que solo ha acreditado como sinónimos de comunismo la miseria y la anulación de la persona basada en el más tóxico de los adoctrinamientos.

Los cubanos deberían tener más apoyo institucional -y sentimental- de países como España en busca de su libertad. Sin embargo, ocurre lo contrario, y ministros de nuestra nación, la única en Europa donde cogobierna el comunismo, solo adornan sus perfiles sociales con hoces y martillos, como si esa reivindicación fuese heroica y no humillante. Es tan sencillo como sostener lo fácil que resulta ser comunista cuando quien lo hace vive a cuerpo de rey en una democracia. Los cubanos reprimidos lo saben demasiado bien.

 

https://www.abc.es/opinion/abci-editorial-abc-represion-y-opresion-cuba-202111160044_noticia.html?ref=https%3A%2F%2Fwww.google.com%2F 

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