CARACAS.- Las facciones políticas rivales de Venezuela llevarán la próxima semana
su lucha de poder a Nueva York, donde delegados del presidente Nicolás
Maduro y del líder opositor, Juan Guaidó, tratarán de convencer a los
enviados a la reunión de Naciones Unidas que representan al gobierno
legítimo del país petrolero.
Estados Unidos y otros cerca de 50 países reconocen como presidente
legítimo a Guaidó, el joven líder de la Asamblea Nacional controlada por
la oposición que invocó en enero artículos de la Constitución para
asumir una presidencia paralela, al argumentar que el socialista Maduro
fue reelegido en unos comicios manipulados en mayo del pasado año.
Pero
la Asamblea General de la ONU, compuesta por 193 miembros, todavía
reconoce a Maduro, que tiene el apoyo de Rusia y China, dos países con
poder de veto, con lo cual se estaría preparando el escenario para una
posible disputa por la representación que recuerda las luchas de poder
vividas en Libia en 2011 y en China tras finalizar la guerra civil en
1949.
Guaidó busca que más países, especialmente de la Unión
Europea, impongan sanciones contra Venezuela, tal como lo ha hecho
Estados Unidos, luego del fracaso de una ronda de negociaciones
auspiciadas por Noruega que buscaban resolver la crisis política. La
“máxima presión” ejercida por la administración de Donald Trump no ha
logrado sacar del poder a Maduro, que aún cuenta con el respaldo de los
militares.
Maduro, que ha sido acusado de violaciones de derechos
humanos en medio del colapso de la economía venezolana, quiere
incrementar la presión sobre Estados Unidos para que levante las
sanciones contra la petrolera estatal PDVSA y su círculo más cercano.
Sus críticos dicen que los anuncios hechos esta semana por el
gobierno, como la excarcelación de un diputado opositor que estuvo
detenido cuatro meses y la reforma del organismo electoral, tienen como
objetivo mejorar la imagen del mandatario antes de la cita de la ONU.
“Es
un poco lo que están intentando antes de la reunión de las Naciones
Unidades, lavarse un poco la cara”, dijo esta semana Carlos Valero, un
legislador opositor que forma parte de la comisión de asuntos exteriores
de la Asamblea Nacional.
Maduro califica a Guaidó como un
“títere” de Estados Unidos que busca un golpe de Estado y culpa a las
sanciones impuestas por Washington de los problemas económicos de
Venezuela. Ya dijo que no asistirá a la reunión de la ONU, pero le
encargó a dos miembros de su gabinete que presenten al secretario
general, Antonio Guterres, una condena de las sanciones.
“El
Secretario General (...) y todas las agencias de la ONU deberían alzar
la voz para condenar la agresión a la que Venezuela está siendo
sometida, para condenar el bloqueo”, señaló la semana pasada el ministro
de Relaciones Exteriores, Jorge Arreaza, a periodistas en Ginebra.
“Creemos que se puede hacer mucho más desde las Naciones Unidas”.
Guaidó, por su parte, aún no decide si asistirá a la reunión de la ONU, según su enviado en Estados Unidos, Carlos Vecchio.
Julio
Borges, un legislador exiliado que fue recientemente nombrado jefe
diplomático del líder opositor, estará en Nueva York para participar en
eventos paralelos destinados a destacar la crisis humanitaria venezolana
y el supuesto apoyo de Maduro a rebeldes armados en Colombia.
Entre
las actividades en las que participaría está una reunión de los
signatarios del Tratado de Río, un pacto de defensa de la Guerra Fría
invocado a principios de este mes por una docena de miembros de la
Organización de Estados Americanos (OEA), incluido Estados Unidos, como
respuesta a lo que se ha descrito como la amenaza de Maduro a la
estabilidad regional.
La OEA, a diferencia de la ONU, reconoce a Guaidó.
El
gobierno de Maduro ha negado que respalde a guerrilleros colombianos y
dice que el Tratado de Río es precursor de una intervención militar. Sin
embargo, no está claro qué acción podrían tomar la oposición y sus
aliados, entre ellos la mayoría de los países sudamericanos, en la
propia ONU.
Aunque las diferencias sobre las políticas tomadas con respecto a
Irán y Afganistán fueron las principales razones para que Trump
despidiera al asesor de seguridad nacional John Bolton la semana pasada,
el mandatario también estaría cada vez más impaciente por el fracaso de
las sanciones y la presión diplomática que lleva a cabo su país para
derrocar a Maduro.
Si bien Trump ha prometido que todas las
opciones están sobre la mesa, se resistió a los deseos de Bolton de
tomar acciones militares, según una persona familiarizada con el asunto.
Los colaboradores del mandatario han dejado claro que es probable que
imponga más sanciones, pero las armas económicas a disposición de
Washington parecen ser cada vez menos.
La portavoz del
Departamento de Estado de Estados Unidos, Morgan Ortagus, subrayó esta
semana que su país continúa apoyando a Guaidó y que las sanciones “no se
levantarán hasta que Maduro se vaya”.
“Esperamos reunirnos con
socios regionales para discutir las opciones económicas y políticas que
podemos emplear por la amenaza a la seguridad de la región que
representa Maduro”, agregó.
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