El estancamiento económico y social de Cuba está relacionado con la
inexistencia de una clase media. A defender esa tesis y provocar el
debate expongo las siguientes líneas.
Las clases sociales, según Carlos Marx, se estructuran a partir de la
propiedad sobre los medios de producción. Mientras, para Max Weber lo
hacen a partir de la posición en un mercado que define el acceso a
bienes y oportunidades. Dentro de la estructura clasista, que va de la
alta burguesía al proletariado, el poder y la riqueza de la clase media,
que no dispone de grandes capitales, provienen de la participación
directa en la gestión empresarial.
Basada en una cultura del esfuerzo personal, el trabajo y la
sobriedad, y por su utilidad en el desarrollo económico y social, la
clase media surgida de las revoluciones liberales en la Inglaterra del
siglo XVII se extendió a otros países, hasta que en el siglo XX en
Estados Unidos —donde las novedosas técnicas de producción en línea
permitieron abaratar el costo de los productos, aumentar los salarios y
generar una dinámica económica que redundó en el mejoramiento de las
condiciones de vida—, surgió la clase media norteamericana.
En Cuba su germen data del siglo XVI. Paralelo a los grandes
latifundios ganaderos emergieron los pequeños agricultores que
conformaron el cimiento de la nacionalidad cubana. Su crecimiento
numérico se aceleró con la demanda de azúcar, provocada por la ruina de
Haití a fines del siglo XIX, que condujo a la conversión de una parte de
los latifundios ganaderos en haciendas comuneras y al aumento de la
cantidad de ingenios. Sin embargo, la introducción de maquinaria moderna
y la construcción de grandes ingenios arruinó a los pequeños
productores. Se produjo una separación del agro y la industria de la
cual surgió la figura del colono, dedicado exclusivamente a sembrar
caña. Esa concentración de la propiedad aumentó a principios del siglo
XX con las disposiciones dictadas por el Gobierno de ocupación que, en
detrimento de la pequeña y mediana propiedad agraria, autorizó la compra
y expropiación de tierras para el ferrocarril y los nuevos ingenios.
De forma paralela al proceso descrito fue surgiendo una infinidad de
pequeños talleres de producción, comercios y servicios, de los cuales
emergió un empresariado nacional que en la primera mitad del siglo XX
constituía un sector de importancia.
El empresariado nacional, con las bases establecidas por la
Constitución de 1940, donde la intervención del Estado no suplantó sino
que complementó la iniciativa empresarial, ubicó a Cuba entre los tres
países de América Latina con mayor estándar de vida. Su lado débil
estuvo en la ausencia de las leyes complementarias para realizar una
reforma profunda que diversificara la propiedad agrícola.
En la Cuba antes de 1959 predominaron las microempresas (hasta 10
trabajadores), las pequeñas (de 10 a 49) y la medianas (de 50 a 249). De
alrededor de 2.300 establecimientos industriales, la mitad eran
microempresas, lo que demuestra su extensión. Aunque en la década de
1950 las empresas transnacionales llegaron a representar un tercio del
total de inversiones realizadas, las microempresas constituían el 45%
del tejido empresarial y se estima que las pequeñas eran el 35,5%[1].
La Revolución
En octubre de 1960 la Revolución estatizó prácticamente toda la industria nacional con más de 25 trabajadores[2].
Con las dos leyes de reforma agraria (1959 y 1963) concentró en el
Estado un volumen de tierras superior al de los grandes latifundios. Y
en 1968, con la "Ofensiva revolucionaria" liquidó decenas de miles de
pequeños propietarios que habían logrado subsistir. Los dueños fueron
sustituidos por jefes y administradores sin intereses, conocimientos ni
cultura empresarial. El resultado lo conocemos.
El fracaso de la estatización obligó a implementar la actividad
privada bajo el eufemismo de "trabajo por cuenta propia". En octubre de
2010 se permitieron 178 actividades y hoy se continúa limitando a unas
200, casi todas de servicios. La cantidad de licencias para el sector
cuentapropista, que en 1994 era de 121.000 y que en 2005 llegó a
165.000, es hoy de unas 500.000. Ese crecimiento, unido a algunas
flexibilizaciones posteriores, convierten a este sector en el embrión de
una nueva clase media nacional.
Y ahora…
El camino para convertir esa posibilidad en realidad transita por
liberar la economía de las trabas políticas; extender las micro,
pequeñas y medinas empresas a todas las actividades agrícolas,
industriales y de servicios; instituir el derecho de los cubanos a ser
propietarios; dotarlos de personalidad jurídica y libertades para
vender, comprar y relacionarse con otros productores internos y
externos; motivarlos con imposiciones fiscales bajas y créditos
bancarios; crear un mercado mayorista; propiciarle el acceso libre a
internet; e instituir el derecho de asociarse para la defensa de sus
intereses. Todo lo cual depende única y exclusivamente del Gobierno
cubano.
La preocupación por la formación de una clase media fue constante en todas las épocas.
En 1808 el Obispo Espada[3]
elaboró un proyecto basado en una economía diversificada de pequeños
productores agrícolas. En 1832, José Antonio Saco planteó la conversión
de las plantaciones esclavistas en pequeñas parcelas agrícolas. En 1857,
Francisco de Frías, Conde de Pozos Dulces, expuso que Cuba debiera ser
por excelencia la patria de la pequeña propiedad y de los cultivos en
escala menor. Martín Morúa Delgado planteó la democratización de la
tierra. Enrique José Varona aconsejaba promover la pequeña propiedad y
fomentar una clase media nacional. José Martí, quien consideraba que es
rica una nación que cuenta muchos pequeños propietarios, decía que "no
es rico el pueblo donde hay algunos hombres ricos, sino aquel donde cada
uno tiene un poco de riqueza". Manuel Sanguily, quién comprendió que la
desposesión de la tierra de manos cubanas era un golpe contra la propia
nacionalidad, presentó al Senado, el 3 de marzo de 1903, un proyecto de
ley "Contra la venta de tierras a los extranjeros"[4].
La pregunta: ¿Cómo usted ve el panorama económico de Cuba?[5],
realizada en 1959 por Lisandro Otero a empresarios y gerentes del país,
arroja luz sobre la posición y el pensamiento de aquel sector que fue
barrido por la revolución. Por razones de espacio, reproduzco solo
fragmentos de cuatro de ellos:
-Pepín Bosch, Presidente de la compañía Bacardí, respondió: "He
tenido siempre una gran fe, Cuba no es un país pobre, los pobres han
sido sus gobiernos que por falta de honestidad y capacidad han sido
incapaces de desarrollarla ni siquiera al límite como lo han hecho la
industria y la agricultura privada".
-Víctor Pedroso. Presidente del Banco Pedroso, expresó: "En reciente
reunión con el Primer Ministro Fidel Castro y los bancos se habló de la
Reforma Agraria, la Industrialización del país y el Instituto Nacional
de Ahorro y Viviendas". "Indiscutible que todos esos planes llevados
adelante de forma previsora y bien estudiados lograrán mayor prosperidad
para los cubanos." "Adoptándose medidas nuevas de inversión, aprenderá
el público a invertir y hacer buen negocio logrando la satisfacción de
haber cooperado al bienestar colectivo."
-Enrique Godoy, Presidente Ejecutivo de la Organización Godoy y
Sayán, opinó que: "Honradez y capacidad es fórmula infalible para
inspirar confianza a los dos factores vitales para el fomento de la
riqueza nacional, capital y trabajo." "Vislumbro ahora más que nunca
antes, el desarrollo de una clase media, gran consumidora de toda clase
de productos y servicios, disfrutando de un alto nivel de vida, de
elevación incesante y práctica eliminación del desempleo."
Julio Lobo, accionista mayoritario de 11 centrales azucareros, dijo:
"Con honestidad, capacidad y progreso en la administración pública, Cuba
será una de las naciones más ricas y desarrolladas del mundo. Es
natural que los comunistas traten de infiltrarse en el nuevo Gobierno y
en sus organismos, como ha ocurrido en los propios Estados Unidos y en
todas partes del mundo, pero con una administración capaz, honesta y
progresista, los comunistas difícilmente encuentren una brecha."
En el nuevo escenario, la existencia de micro, pequeñas y medianas
empresas y la existencia de una clase media nacional sin la cual no se
puede explicar el desarrollo alcanzado hasta 1959, se justifica por el
estancamiento actual, por el papel que desempeñó antes de 1959 y por la
falta de argumentos para su ausencia.
(*) Licenciado en Ciencias Políticas y especialista en Estudios Bíblicos y Teológicos. Periodista independiente.
[1]PYMES
en Cuba: ¿utopía o realidad?. Omar Everleny Pérez Villanueva. Miradas a
la economía cubana. LEditorial Caminos, Habana 2015, p. 31
[2]
Fomento de las PYMES en Cuba. Repensando la empresa estatal socialista.
Juan Carlos Palacio Civico. Editorial Caminos, Habana 2015, p.44
[3] Juan José Díaz de Espada y Fernández de Landa, Obispo entre 1800 y 1832
[4] H. PICHARDO. Documentos para la historia de Cuba. Tomo 2, p.261
[5]Manuel de Jesús Céspedes Fernández. Los curiosos apuntes de Liborio. Libro inédito.
http://www.diariodecuba.com/cuba/1459753072_21421.html
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