lunes, 4 de abril de 2016

La clase media en Cuba, una necesidad / Dimas Castellanos *

El estancamiento económico y social de Cuba está relacionado con la inexistencia de una clase media. A defender esa tesis y provocar el debate expongo las siguientes líneas.

Las clases sociales, según Carlos Marx, se estructuran a partir de la propiedad sobre los medios de producción. Mientras, para Max Weber lo hacen a partir de la posición en un mercado que define el acceso a bienes y oportunidades. Dentro de la estructura clasista, que va de la alta burguesía al proletariado, el poder y la riqueza de la clase media, que no dispone de grandes capitales, provienen de la participación directa en la gestión empresarial.

Basada en una cultura del esfuerzo personal, el trabajo y la sobriedad, y por su utilidad en el desarrollo económico y social, la clase media surgida de las revoluciones liberales en la Inglaterra del siglo XVII se extendió a otros países, hasta que en el siglo XX en  Estados Unidos —donde las novedosas técnicas de producción en línea permitieron abaratar el costo de los productos, aumentar los salarios y generar una dinámica económica que redundó en el mejoramiento de las condiciones de vida—, surgió la clase media norteamericana.

En Cuba su germen data del siglo XVI. Paralelo a los grandes latifundios ganaderos emergieron los pequeños agricultores que conformaron el cimiento de la nacionalidad cubana. Su crecimiento numérico se aceleró con la demanda de azúcar, provocada por la ruina de Haití a fines del siglo XIX, que condujo a la conversión de una parte de los latifundios ganaderos en haciendas comuneras y al aumento de la cantidad de ingenios. Sin embargo, la introducción de maquinaria moderna y la construcción de grandes ingenios arruinó a los pequeños productores. Se produjo una separación del agro y la industria de la cual surgió la figura del colono, dedicado exclusivamente a sembrar caña. Esa concentración de la propiedad aumentó a principios del siglo XX con las disposiciones dictadas por el Gobierno de ocupación que, en detrimento de la pequeña y mediana propiedad agraria, autorizó la compra y expropiación de tierras para el ferrocarril y los nuevos ingenios.

De forma paralela al proceso descrito fue surgiendo una infinidad de pequeños talleres de producción, comercios y servicios, de los cuales emergió un empresariado nacional que en la primera mitad del siglo XX constituía un sector de importancia.

El empresariado nacional, con las bases establecidas por la Constitución de 1940, donde la intervención del Estado no suplantó sino que complementó la iniciativa empresarial, ubicó a Cuba entre los tres países de América Latina con mayor estándar de vida. Su lado débil estuvo en la ausencia de las leyes complementarias para realizar una reforma profunda que diversificara la propiedad agrícola.

En la Cuba antes de 1959 predominaron las microempresas (hasta 10 trabajadores), las pequeñas (de 10 a 49) y la medianas (de 50 a 249). De alrededor de 2.300 establecimientos industriales, la mitad eran microempresas, lo que demuestra su extensión. Aunque en la década de 1950 las empresas transnacionales llegaron a representar un tercio del total de inversiones realizadas, las microempresas constituían el 45% del tejido empresarial y se estima que las pequeñas eran el 35,5%[1].

La Revolución
En octubre de 1960 la Revolución estatizó prácticamente toda la industria nacional con más de 25 trabajadores[2]. Con las dos leyes de reforma agraria (1959 y 1963) concentró en el Estado un volumen de tierras superior al de los grandes latifundios. Y en 1968, con la "Ofensiva revolucionaria" liquidó decenas de miles de pequeños propietarios que habían logrado subsistir. Los dueños fueron sustituidos por jefes y administradores sin intereses, conocimientos ni cultura empresarial. El resultado lo conocemos.

El fracaso de la estatización obligó a implementar la actividad privada bajo el eufemismo de "trabajo por cuenta propia". En octubre de 2010 se permitieron 178 actividades y hoy se continúa limitando a unas 200, casi todas de servicios. La cantidad de licencias para el sector cuentapropista, que en 1994 era de 121.000 y que en 2005 llegó a 165.000, es hoy de unas 500.000. Ese crecimiento, unido a algunas flexibilizaciones posteriores, convierten a este sector en el embrión de una nueva clase media nacional.

Y ahora…
El camino para convertir esa posibilidad en realidad transita por liberar la economía de las trabas políticas; extender las micro, pequeñas y medinas empresas a todas las actividades agrícolas, industriales y de servicios; instituir el derecho de los cubanos a ser propietarios; dotarlos de personalidad jurídica y libertades para vender, comprar y relacionarse con otros productores internos y externos; motivarlos con imposiciones fiscales bajas y créditos bancarios; crear un mercado mayorista; propiciarle el acceso libre a internet; e instituir el derecho de asociarse para la defensa de sus intereses. Todo lo cual depende única y exclusivamente del Gobierno cubano.

La preocupación por la formación de una clase media fue constante en todas las épocas.

En 1808 el Obispo Espada[3] elaboró un proyecto basado en una economía diversificada de pequeños productores agrícolas. En 1832, José Antonio Saco planteó la conversión de las plantaciones esclavistas en pequeñas parcelas agrícolas. En 1857, Francisco de Frías, Conde de Pozos Dulces, expuso que Cuba debiera ser por excelencia la patria de la pequeña propiedad y de los cultivos en escala menor. Martín Morúa Delgado planteó la democratización de la tierra. Enrique José Varona aconsejaba promover la pequeña propiedad y fomentar una clase media nacional. José Martí, quien consideraba que es rica una nación que cuenta muchos pequeños propietarios, decía que "no es rico el pueblo donde hay algunos hombres ricos, sino aquel donde cada uno tiene un poco de riqueza". Manuel Sanguily, quién comprendió que la desposesión de la tierra de manos cubanas era un golpe contra la propia nacionalidad, presentó al Senado, el 3 de marzo de 1903, un proyecto de ley "Contra la venta de tierras a los extranjeros"[4].

La pregunta: ¿Cómo usted ve el panorama económico de Cuba?[5], realizada en 1959 por Lisandro Otero a empresarios y gerentes del país, arroja luz sobre la posición y el pensamiento de aquel sector que fue barrido por la revolución. Por razones de espacio, reproduzco solo fragmentos de cuatro de ellos:

-Pepín Bosch, Presidente de la compañía Bacardí, respondió: "He tenido siempre una gran fe, Cuba no es un país pobre, los pobres han sido sus gobiernos que por falta de honestidad y capacidad han sido incapaces de desarrollarla ni siquiera al límite como lo han hecho la industria y la agricultura privada".
-Víctor Pedroso. Presidente del Banco Pedroso, expresó: "En reciente reunión con el Primer Ministro Fidel Castro y los bancos se habló de la Reforma Agraria, la Industrialización del país y el Instituto Nacional de Ahorro y Viviendas". "Indiscutible que todos esos planes llevados adelante de forma previsora y bien estudiados lograrán mayor prosperidad para los cubanos." "Adoptándose medidas nuevas de inversión, aprenderá el público a invertir y hacer buen negocio logrando la satisfacción de haber cooperado al bienestar colectivo."
-Enrique Godoy, Presidente Ejecutivo de la Organización Godoy y Sayán, opinó que: "Honradez y capacidad es fórmula infalible para inspirar confianza a los dos factores vitales para el fomento de la riqueza nacional, capital y trabajo." "Vislumbro ahora más que nunca antes, el desarrollo de una clase media, gran consumidora de toda clase de productos y servicios, disfrutando de un alto nivel de vida, de elevación incesante y práctica eliminación del desempleo."

Julio Lobo, accionista mayoritario de 11 centrales azucareros, dijo: "Con honestidad, capacidad y progreso en la administración pública, Cuba será una de las naciones más ricas y desarrolladas del mundo. Es natural que los comunistas traten de infiltrarse en el nuevo Gobierno y en sus organismos, como ha ocurrido en los propios Estados Unidos y en todas partes del mundo, pero con una administración capaz, honesta y progresista, los comunistas difícilmente encuentren una brecha."

En el nuevo escenario, la existencia de micro, pequeñas y medianas empresas y la existencia de una clase media nacional sin la cual no se puede explicar el desarrollo alcanzado hasta 1959, se justifica por el estancamiento actual, por el papel que desempeñó antes de 1959 y por la falta de argumentos para su ausencia.


(*)  Licenciado en Ciencias Políticas y especialista en Estudios Bíblicos y Teológicos. Periodista independiente.



[1]PYMES en Cuba: ¿utopía o realidad?. Omar Everleny Pérez Villanueva. Miradas a la economía cubana. LEditorial Caminos, Habana 2015, p. 31
[2] Fomento de las PYMES en Cuba. Repensando la empresa estatal socialista. Juan Carlos Palacio Civico. Editorial Caminos, Habana 2015, p.44
[3] Juan José Díaz de Espada y Fernández de Landa, Obispo entre 1800 y 1832
[4] H. PICHARDO. Documentos para la historia de Cuba. Tomo 2, p.261
[5]Manuel de Jesús Céspedes Fernández. Los curiosos apuntes de Liborio. Libro inédito.


http://www.diariodecuba.com/cuba/1459753072_21421.html

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