LA HABANA.- Dánae Pis vive de arrendar habitaciones de su casa en Centro Habana a turistas extranjeros. Es miembro de Airbnb
desde febrero y dice haber recibido unos cuatro turistas en tan solo un
mes, pero ha rechazado a muchos más por no disponer de suficientes
habitaciones y porque, de la manera en que funciona el negocio en Cuba,
este no solo se nutre de las gestiones de uno de los sitios web de
viajes más famosos, según www.cubanet.org.
También hay agencias particulares cubanas que
funcionan como intermediarias, taxistas, amistades y las llamadas “de
puerta en puerta” de “turistas que llegan caminando y solicitan el
servicio directamente”, como dice Esperanza Delgado, que renta
habitaciones en Varadero desde hace cinco años.
Desde que comenzaron las operaciones en Cuba en abril de 2015, Airbnb
ha llegado a la cifra de 4.000 anfitriones (miembros) en la Isla, sin
embargo, este número no ha podido incrementarse debido a las
dificultades para acceder a internet, además de que no ha sido
consolidada una forma de pago mediante transferencias bancarias entre
Cuba y los Estados Unidos; según dijo la casi totalidad de los
arrendadores entrevistados, muchos de los cuales admitieron desconocer
la existencia del famoso sitio.
Según datos oficiales, Cuba cuenta con solo 63.000 habitaciones de
hotel, una cantidad insuficiente para el flujo anual de visitantes, lo
cual favorece el aumento de los arrendadores privados y pudiera
incrementar las operaciones de Airbnb en la isla. Brian Chesky,
fundador del sitio, ha dicho que se estima que actualmente, a pesar de
las limitaciones, el 10 por ciento de los estadounidenses que viajan a
Cuba y que buscan explorar cómo viven los cubanos, se está quedando con
los anfitriones de Airbnb, una comunidad de alojamiento que abarca unos
190 países.
Eduardo Valdés, de la casa de renta B&B Lady Martha, en Centro
Habana, también se integró a Airbnb a través de intermediarios y
describe el modo en que estos operan, aprovechando las limitaciones de
los arrendadores para acceder a internet. Según el joven emprendedor, un
intermediario en Cuba suele cobrar hasta el 20 por ciento de la renta
nada más por “gestionar la inscripción” en el sitio de Airbnb, un
proceso sencillo que sólo demanda de los anfitriones el poseer una
cuenta de correo.
Airbnb cobra a quienes se inscriben no más del tres por ciento de la
tarifa del servicio de hospedaje y, además, el sitio brinda facilidades a
los anfitriones ya que una vez que estos obtienen una reservación se
envía un sms gratis al móvil, lo que posibilita no estar conectado para
conocer de las solicitudes que también se pueden controlar a través de
una aplicación del sitio, fácil de manipular.
Otro factor que ha entorpecido la presencia de Airbnb en Cuba son las
formas de pago entre la agencia y los anfitriones por medio de las
transferencias bancarias, un sistema que tiene adeptos y detractores.
Entre los primeros existe una mayoría que ha elegido las transferencias
de dinero, pero no hacia los bancos de Cuba sino a cuentas de familiares
en el extranjero; entre los segundos están los que, teniendo en cuenta
el control estricto que establece el gobierno sobre los estados de
cuenta de los ciudadanos, prefieren el pago en efectivo, directamente de
la mano de los huéspedes, y los que descartan las transferencias
bancarias por no contar con tarjeta de crédito o débito, ya que son
pocos los cubanos que pueden obtener alguna.
A Jorge Luis, arrendador en Centro Habana, no le interesa que la
agencia le envíe el dinero, porque prefiere que los turistas le paguen
“al cash”, de la forma en que lo hacen sitios como MyCasaParticular.com.
Y a Xiomara, anfitriona en Viñales, Pinar del Río, Airbnb le deposita
el dinero en una cuenta en Italia. Por su parte Ignacio, de Centro
Habana, tiene la cuenta de un familiar que vive en España.
Los modos que utiliza Airbnb para el pago a sus anfitriones incluyen
el depósito directo a una cuenta, una transferencia bancaria
internacional por Western Union, o por medio de las tarjetas Pay Pal o
las de Payoneer. Sin embargo, las reservaciones a la firma se dificultan
desde otros lugares fuera de los Estados Unidos; aunque se espera que,
dentro de poco, entre en vigor una licencia para que todos los turistas,
desde el lugar donde se encuentren, puedan hacer el pago a través de
Airbnb.
La anfitriona Dánae Pis describe la manera “indirecta” en que se
vinculó con Airbnb, aunque hubiera preferido establecer contacto con la
compañía de una forma más personal: “Vinieron, tocaron el timbre (…)
Eran cubanos (…) retrataron la casa, todo fue así, hasta ahora todo
fluye bien. Me convienen los intermediarios porque yo no puedo ir hasta
un parque a conectarme a internet; yo no tengo tiempo para eso, estoy
sola. Ojalá que no existieran intermediarios para estar en contacto
directo con las agencias”.
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