Después de varias décadas de Guerra Fría, Estados Unidos y Cuba han
emprendido un histórico deshielo cuyo punto culminante fue la visita
oficial de Barack Obama a la isla el pasado marzo y que se verá sometido
a una prueba de fuego con el acceso a la Casa Blanca de Donald Trump.
Una situación que, en gran manera, ha sido posible gracias a los buenos
oficios diplomáticos de la Iglesia y, más recientemente, al impulso del
Papa jesuita Francisco. El proceso arrancó mucho antes del inicio de su
pontificado, pero resulta evidente que, al ser latinoamericano, Jorge
Mario Bergoglio tiene más sensibilidad en esta cuestión.
'No se puede
aislar a Cuba' es una premisa del Vaticano, que, al mismo tiempo que
clama contra el embargo, presiona para una mayor libertad en la isla. El
pontifice argentino, además, habla un lenguaje con mucho acento social,
lo que no desentona ante un régimen comunista como el de los Castro.
Ese acento se ha mantenido en el intercambio de regalos: el Papa le
ofreció una medalla de san Martín de Tours, un oficial romano del siglo
IV que compartió su abrigo con un mendigo, mientras que el presidente de
Cuba le entregó un cuadro del pintor Kcho, inspirado en los inmigrantes
que llegan a Lampedusa. Significativos.
La visita de Raúl Castro al Varicano en mayo del pasado año
visualizó esa buena sintonía entre la Santa Sede y el Gobierno cubano.
El presidente reconopció la autoridad moral del Papa, como también lo
hizo Barack Obama, e incluso realizó una sorprendente declaración de
conversión, bromas aparte: "Leo los discursos del Papa todos los días.
Si Francisco sigue hablando así volveré a rezar y volveré a la Iglesia
católica", señaló, en una figura discursiva que ha sido recogida en
todos los titulares del planeta mediático. Hace tiempo que Cuba abandonó
aquella máxima marxista de que 'la religión es el opio del pueblo' y
abrió las filas del partido único a la presencia de cristianos, muy
comprometidos, por cierto, en los escenarios de América Latina frente a
las dictaduras y en defensa de los derechos.
¿Queda un poso cristiano en los hermanos Castro, educados en
un colegio jesuita? Sobre la supuesta conversión de Fidel Castro se ha
avivado una leyenda, alimentada en 2006 por su hija, cuando cayó
gravemente enfermo. "Se ha acercado a la religión. No se si tiene miedo
de morir, pero estoy convencida de que hoy está más interesado en la
suerte de su alma que en el futuro de Cuba", declaró Alina Fernández,
huida en 1993. El comandante fue educado por los jesuitas y en su
formación tuvo mucha influencia el religioso leonés Armando Llorente.
Luego sería expulsado de la isla en 1961 cuando se agravaron las
tensiones entre la jerarquía católica y un régimen que se declaró
marxista-leninista. Aquel año fueron expulsados 131 sacerdotes a bordo
del buque español 'Covadonga', y luego salieron otros 470. De los 800
curas censados solo quedaron en activo unos 200.
En esa época surgió la leyenda de la excomunión de Fidel
Castro, atribuida a Juan XXIII, que habría ratificado el decreto
publicado en 1949 por Pío XII. Andrea Tornielli, prestigioso vaticanista
de 'La Stampa', calificó la historia como una distorsión montada tras
unas declaraciones de monseñor Dino Staffa, un experto canonista. El
arzobispo señaló en 1962, en plena ofensiva del régimen de Castro contra
la Iglesia, que el líder comunista debía considerarse excomulgado según
el Código de Derecho Canónico por su violencia contra los obispos. No
habría habido, por tanto, un decreto de excomunión verdadera, sino la
consideración de un especialista. Tornielli asegura que hubo presiones
para que el Papa Roncalli se pronunciara en público y excomulgara al
comandante cubano, pero el pontífice no accedió "para no empeorar la
situación".
La Santa Sede y Cuba mantienen relaciones diplomáticas desde
el 7 de junio de 1935, aunque desde 1898 había representantes
pontificios en la isla. Nunca hubo una ruptura total del diálogo y a
partir de 1986, con ocasión del I Encuentro Nacional Eclesial Cubano, la
relación tomó otro rumbo. Unos meses antes se publicó el libro 'Fidel y
la Religión', que recoge 23 horas de conversación con el fraile
brasileño Frei Betto, exponente de la Teología de la Liberación, que
también asesoró a Lula en el programa 'Pobreza cero'. Del libro del
dominico, al que también se ha referido ahora Raúl Castro, se vendieron
más de un millón de ejemplares en todo el mundo. En el texto se hablaba
de la revolución cubana como "una obra evangélica".
Uno de los artífices de la recuperación del buen tono a
finales de los ochenta fue el cardenal vascofrancés Roger Etchegaray, de
Ezpelette, presidente entonces de Justicia y Paz, y acreditado
'apagafuegos' del Vaticano en escenarios difíciles. En 1991 el Partido
Comunista cubano aprobó la entrada de católicos en sus filas. El punto
culminante de este acercamiento se produjo en noviembre de 1996 con el
histórico mano a mano en el Vaticano en el primer encuentro entre Juan
Pablo II y Fidel Castro. El Papa polaco, muy combativo contra el
marxismo, realizó un histórico viaje a La Habana en 1998, el primero de
un Papa a Cuba, en el que pronunció su famoso mensaje "que Cuba se abra
al mundo y que el mundo se abra a Cuba".
Luego ha habido un goteo de gestos que han ido fortaleciendo
unas relaciones cada vez más distendidas. En 2010 se inició el proceso
que culminó con la excarcelación de presos políticos del llamado Grupo
de los 75, una iniciativa acompañada por España de la mano del ministro
de Exteriores de entonces, Miguel Ángel Moratinos. En 2012 Benedicto XVI
se convertía en el segundo Papa que viajaba Cuba, donde defendió una
ampliación de las libertades, reclamó más espacios para la Iglesia y
criticó el bloqueo de EE UU. El Gobierno cubano restituyó las
festividades de Navidad y Viernes Santo, que las había eliminado del
calendario.
Una figura clave en el proceso ha sido el cardenal Jaime
Ortega, que ha actuado con habilidad para mantener abierto el diálogo
sin dejar a un lado la firmeza democrática. Así lo ha reconocido el
presidente francés, el socialista Francois Hollande, que se reunió con
el arzobispo el pasado lunes en La Habana para imponerle la Legión de
Honor. Y es que, en realidad, la Iglesia ha jugado un papel político de
primer orden. El cardenal y el inquilino del Elíseo abogan por el
levantamiento del embargo, vigente desde 1962, y esperan que Obama salve
los obstáculos parlamentarios para darle carpetazo. Sobre los derechos
humanos, Hollande ha sido más prudente, aunque supone todo un avance que
el propio Raúl Castro, reconociera durante su visita al Vaticano los
"errores" del régimen en este campo.
(*) Periodista y politólogo español
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